Un primer plano del copiloto con el conductor reflejado en sus gafas de sol. También se ven las palmeras de Malibú. Hasta allí nos llevó Andrew, un amigo guionista de Los Angeles. La noche anterior, después de salir de un local a las 2 de la mañana, hora
a la que cierra la noche americana, los amigos con los que íbamos nos condujeron a casa de uno que daba una fiesta. Curiosamente ese uno era Andrew, al que yo conocía de Madrid, había sido uno de mis muchos profesores de inglés. De repente me sentí el chico más popular de Los Angeles. Los amigos americanos con los que íbamos flipaban. ¿Y este desgraciao cómo conoce al que está haciendo la fiesta más molona de la ciudad? De ahí nos fuimos a un casoplón en las colinas de Hollywood. Una piscina y a nuestros pies todo el valle de los Angeles iluminado en su infinitud. Fue otra imagen de película. Y desde ahora otro recuerdo de película.