domingo, 9 de septiembre de 2012

Casi un año después


Cuando me entraban las dudas y los miedos me paralizaban, cuando no me veía capaz, cuando me sentía un intruso, un loco, un descerebrado, cuando no creía en mí o cuando las palabras no salían. Cuando me pasaba todo eso, a veces, es verdad, dejaba de escribir y me ponía a hacer otra cosa,  pero otras veces pensaba, recuerda a quién le vas a dedicar esta novela. Recuérdalo, sólo por eso merece la pena seguir. Y entonces volvía a sentarme delante del teclado.
Sí, siempre tuve claro a quién le dedicaría mi primera novela. Siempre. Y cuando por fin tecleé la frase: “A mi tía Amalia, por todos los libros”, me sentí satisfecho. Por fin había cumplido mi palabra. Es tanto lo que le debo. Mi infancia y adolescencia hubieran sido de otra manera sin ella. Y yo sería otro adulto también.
Hace dos día recibí una carta manuscrita de mi tía, dándome las gracias por esa dedicatoria.  Esa carta fue como abrir la caja de Pandora, o mejor dicho como abrir el grifo de la emoción, o las puertas del embalse donde tantos recuerdos estaban dormidos.  Aún ahora mientras escribo esto y pienso en la carta tengo que hacer esfuerzos para que las lágrimas no asomen a mis ojos.  Justo después de leerla, Guille y un amigo me esperaban en la calle para sacar al perro y tuve que ponerme las gafas de sol y caminar dos metros por delante de ellos para no dar un espectáculo lamentable.
Esta novela sólo me está trayendo cosas bonitas. En dos días la editorial ha decidido sacar la segunda edición y todos mis amigos se han volcado de una manera cariñosa y absoluta en la promoción, compartiendo enlaces, enviándome fotos en las que salen con ella, y sobre todo aguantándome con paciencia e ilusión en estas semanas egomaníacas, en las que me he convertido en el mejor alumno de Umbral en aquello de “yo he venido aquí a hablar de mi libro”.
Alejandro (Amenábar) me acompañó en la presentación de la novela, y con esa generosidad tan propia de él, habló de nuestro pasado en común, y de nuestros veinte años de amistad.
No sé si la novela venderá muchos ejemplares o no, si gustará a la crítica o no (aunque la noticia de que vayan a sacar ya una segunda edición es muy buena, y la primera crítica que ha salido publicada me deja muy bien parado) pero sólo por haber podido escribir la dedicatoria, por tener a mi lado a todos los amigos, y por esa tarde maravillosa de la presentación, Los tatuajes no se borran con láser ya ha merecido la pena. Sin duda.  
Gracias.