martes, 31 de agosto de 2010

Madrid

Si tenéis 10 minutos... No os perdáis este video.
Madrid.

http://vimeo.com/12132621

domingo, 29 de agosto de 2010

Viudas de vivos

Supongo que hay algo peor que ser la viuda de un muerto, ser la viuda de un enterrado con vida. Estos días no puedo dejar de pensar en esos mineros atrapados bajo toneladas de piedra que se comunican con el exterior con apenas un cordón umbilical, por el que también les suministran comida. ¿Cuánto tiempo puede aguantar un ser humano encerrado en un zulo de piedra? ¿Y cómo ese encierro puede afectar a las vidas de los de afuera?
La pesadilla que estarán viviendo esos mineros es dificil de imaginar, pero sin embargo no puedo evitar fantasear sobre la vida de sus familiares, y sobre todo de sus esposas. Y sin querer me vienen argumentos a la cabeza. Imagino que la situación se alarga meses, o años. Y como esas esposas esperan y desesperan, y como a lo largo de los meses alguna empieza a fantasear con enviarle comida envenenada para acabar de una vez con ese estado letárgico, como de hombres en coma, pero que sí pueden hablar y comunicarse. O de mujeres que fielmente acuden a hablar con ellos una vez al día, y a la vez empiezan a hacer su vida sin ellos, tal vez con el hermano de su marido, en el caso de una esposa joven que se casó muy enamorada, pero ya no puede seguir aguantando esa situación. Ella se casó con un vivo, no con un zombie. Y en su cuñado empieza a encontrar algo más que apoyo y un hombro en el que llorar... O de otras que tal vez hicieron una boda medio de conveniencia con un minero mayor, y de repente aparece el hijo joven de este y ella no puede evitar sentirse atraída por él, pero sabe que no, que no puede ser. Y a la vez sabe que acabará cayendo en esa tentación, que es inevitable. Y cómo el pueblo las pone en un altar, las mima, las cuida, pero también las vigila y las juzga, al igual que a esas mujeres de terroristas del IRA, que mientras sus maridos están en prisión ellas tienen el apoyo de la comunidad, pero también mil ojos que las observan. No hay mayor pecado que ser infiel a un marido terrorista en la cárcel, no hay mayor pecado, supongo, que olvidarte de que tu marido está encerrado en una mina. Pero la vida sigue. ¿O no?
Ojalá los mineros salgan pronto. Ojalá nadie tenga que vivir esta película que me estoy montando en mi cabeza.
Adolfo, esta entrada es una respuesta a tu comentario sobre cómo surgen las historias, o de dónde surgen. A veces del periódico, a veces de una herida, a veces de un deseo, a veces de una imagen.

viernes, 27 de agosto de 2010

Más piscinas

Os contaba dos entradas de blog atrás que este estaba siendo un verano piscinero, y que las mejores cosas me han pasado al lado del agua azul y transparente de una piscina pública o privada. El otro día en mi pueblo volví a recordar mis tardes eternas de adolescente al olor del cloro y de las cremas solares. Esta vez iba con un amigo (de los pocos que han quedado de esa época adolescente) y sus dos hijas. Mi amigo mientras untaba de protección 50 el cuerpo de su niña de un año, un torbellino de energía y felicidad, vigilaba sin perder detalle las zambullidas de la mayor y a la vez hablaba conmigo. Esa es la capacidad que tienen los padres, de estar a tres cosas como si fuera lo más normal del mundo. Y en ese momento, o un poco más tarde, qué más da, llegó su mujer, con la que media hora antes había mantenido un intercambio de palabras típico de matrimonio con niños pequeños, que si has cogido los pañales, que si no hables alto que la vas a despertar, que tú qué vas a hacer en casa, si todo lo hago yo... Y de repente mientras ella caminaba sobre el cesped con un vestido veraniego, mi amigo la contempló y me dijo: "Mírala, cada año que pasa está más guapa".

Supongo que no hay más secreto para que un matrimonio aguante biberones, pañales y tormentas.

Y ella entonces llegó hasta nosotros y le increpó: "¿Pero aún no le has puesto el pañal para bañarse? La habrás untado bien de protector, ¿verdad?"

Y yo no le dejé contestar a él y me adelanté: "Sí, la ha untado de la cabeza a los pies, sin perder detalle y sin que la niña se quejara. No sé cómo lo hace"

Ella sonrió y le dio un beso a la cabeza. "Si es que es más mono"

Esa noche encasquetaron a las niñas con los abuelos y pudieron salir después de un año enclaustrados. Nos emborrachamos, claro. Y ellos podían estar a tres cosas a la vez: a la conversación, al camarero, a... lo que hiciera falta.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Escribir

Lo mejor de escribir es la capacidad de convertir en historias o en personajes todo lo bueno y malo que te pasa. La posibilidad de aprovechar todo lo que te ocurre. Sentir que nada es en vano. Y que sobre todo cuando metes la pata hasta el fondo y te equivocas y haces daño, saber que además de aprender de la experiencia, puedes utilizarla para enriquecer tus historias, para comprender mejor a tus personajes, sobre todo a los malvados. Un grano de arena en tu vida real se puede convertir en un desierto en la ficción. Pero para construir ese desierto ficticio siempre hace falta ese grano real.

Por eso cuando meto la pata, cuando el remordimiento no me deja dormir, pienso, al menos este grano de arena se convertirá en un desierto de oro.

Escribir no es más que reciclar.

Y ahora mismo estoy creando a Frankestein, llamadme Mary Shelley.

Piscinas y tinto de verano

Este ha sido un verano lleno de piscinas y tinto de verano La Casera. Piscinas públicas y privadas, piscinas de cloro y de agua salada, piscinas para tomar el sol, para emborracharse, para nadar, o para darse nada más que un chapuzón. Piscinas para bañarse en la intimidad y el fresquito de la noche. Piscinas para estar rodeado de amigos y hasta con una canoa. Piscinas para sentirse millonario sin serlo. Y para recordar aquella frase de Truman Capote: lo mejor no es ser rico, es tener amigos que lo son. Los amigos de los ricos son los que verdaderamente disfrutan la fortuna de aquellos, demasiado ocupados haciendo dinero.
Yo confieso que ha sido un verano intenso y disfrutón. Lleno de cloro y sal y tinto de verano. Pero el descubrimiento ha sido el tinto. Otros años presumí de gin tonics con pepino, y cocteles estupendos, este verano no. Ha sido de la bebida más barata y burbujeante de la historia: Vino con gaseosa. Pocas calorías y apenas te coloca.
Han pasado tantas cosas este verano. No todas buenas. No todas.
Pero aquí seguimos, a veces las heridas de guerra dejan unas cicatrices bien hermosas. A veces no.
Seguiremos bebiendo tinto con casera. Aún queda algo de verano por delante. Dejaremos al aire las heridas para que acaben cicatrizando.
Ah, entre lo mejor del verano está que voy a ser tío. Tengo una ecografía en la nevera que lo atestigua.

Abandono

No ha sido un abandono. Han sido sólo unas vacaciones. Yo no las he tenido, pero el blog sí.
Y ya estamos de vuelta. Al igual que todos vuelven o están volviendo a casa, el blog también. Tengo tanto que contar, un mes y medio da para mucho, que no sé muy bien por donde empezar.
Por una imagen tal vez, nada metafórica, qué conste.
Ayer, con mi mochila, rumbo a la piscina de un amigo y buscando desesperadamente un estanco (me habían pedido un paquete de malboro light) o un bar abierto en este mes cerrado por vacaciones, me topé con una niña china, de unos 5 años, sentada a las puertas del negocio de ultramarinos de sus padres, hacía burbujas con el típico juguete que sirve para ello, y mientras contemplaba las burbujas y soplaba haciendo más, decía de manera cansina y monótona: Me aburro, me aburro, me aburro.
Ay, la de veranos siendo niño que yo sentí lo mismo.
He de decir que ya no soy un niño y que este verano ha sido de todo menos aburrido.
Seguiremos contando.