miércoles, 31 de diciembre de 2008

En el dique seco

Hoy se acaba 2008. Por si alguien no se había enterado. Mientras yo me dispongo a hacer recuento de lo que este año fue y propósitos para el que empieza, Anthony, que llegó ayer de NY para pasar un fin de año español, practica yoga en la habitación (es más flexible que un muñeco de goma, tendríais que verle pasar la pierna por la espalda mientras flexiona el resto del cuerpo y lo tiene suspendido sobre la palma de su mano derecha desafiando las leyes de la gravedad, de la física, e incluso de la decencia)

Este año fue ante todo el año de Mazinger. Este blog es prueba de ello. Oigo las risas de Anthony, ya que Mazinger no le deja concentrarse, está igual de fascinado que yo, o más, por las posturas que puede adoptar el neoyorkino con su yoga. (Primer propósito del año: Hacer algo de ejercicio, el yoga podría tener su gracia. Pero que nadie me pregunte dentro de tres meses si he empezado a ir a clase, ¿eh? Que no quiero decepcionar a nadie.)

Este también fue el año de Física o química, 22 capítulos lo avalan. Arrancaba la serie con una profesora liándose con un alumno y hemos terminado la segunda temporada matando a ese alumno. No había ninguna lección moral en ello, simplemente surgió por el camino. Siento que con esa muerte se cierra un ciclo y se abre otro. ¿Seremos capaces de hacerlo igual que hasta ahora, podremos mejorar? Esas dudas nos alimentan, nos angustian, nos quitan el sueño y nos dan mucha vidilla. Así es este trabajo. (Segundo propósito del año: Seguir trabajando con el mismo entusiasmo en la serie, a pesar del cansancio, de los miedos, del vértigo de una nueva temporada)

Fue el año de unos cuantos nombres propios. Muchos me los voy a reservar, porque como dirían los personajes del corazón forman parte de una intimidad de la que nunca he alardeado en este blog, (siempre ha sido para todos los públicos) Y también de otros nombres propios: algunos escritores, algunos directores, algunos creadores de series. Artistas que con sus obras han hecho más rico el 2008. Mi último descubrimiento: Augusten Burroughs con su novela: En el dique seco. Lo mejor que he leido en mucho tiempo, y qué pena me dio llegar al final. Sentí como hacía un amigo y como ese amigo partía. (Tercer propósito del año: Aprender a escribir como él, y a moderar el consumo de alcohol de paso, nunca está de más una temporada en el dique seco)

También ha sido el año del descubrimiento de alguna serie. Mi última adicción: Samantha Who. O cómo estarse riendo los 20 minutos que dura cada capítulo. Qué diálogos más brillantes. Qué ritmo trepidante. Qué personajes. Sólo los americanos son capaces de volver a hacer una serie de situación clásica que sorprenda. (Nuevo propósito: Crear una nueva serie que se aleje de un instituto)

Ha sido el año de unos cuantos viajes: Lisboa, Malta, Maspalomas,Los Angeles, Las Vegas. Rosa Montero o Maruja Torres (ahora no recuerdo) en un artículo hace años decía que viajábamos para poder poner signos de puntuación a nuestra vida rutinaria y monótona, para poder echar la vista atrás y decir, ah, sí, 2008 ese año en el que fui a Los Angeles y Obama ganó las eleciones. O 2003, el año en que viví en NY con frío. (Otro propósito para el nuevo año, seguir puntuando con puntos seguidos, apartes, comas y puntos suspensivos (qué mejor que el suspense) mi vida viajando: Conocer tal vez Berlín, ayer Miguel me hablaba fascinado de esa ciudad, tal vez Roma, tal vez volver a París. ¿Y Buenos Aires cuándo?)

2008.También fue el año de volverlo a intentar y no conseguirlo. De seguir deseando y a veces lograrlo, de cenar muchas veces fuera y con mucho vino para acompañar a algunos amigos en sus rupturas devastadoras. De llegar a las 7 de la mañana a casa y sacar al perro para que luego te deje domir hasta las 11. El año de disfrutar como un enano del placer de pasarse toda una tarde del sábado viendo 8 capítulos seguidos de una serie, o de barrer por la mañana y luego por la noche el suelo de casa para intentar eliminar toda la arena que Mazinger trae siempre en sus patas de la calle...

¿Y el 2009? Esta noche empieza. Lo celebraremos en casa de Alejandro con 120 amigos.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Postal de Navidad


Cuando a un niño se le muere su mascota y le pregunta compungido a su padre, ¿papá, los perros van al cielo? El padre, supongo, tiene varias opciones para responder dependiendo de sus creencias, de su ideología, de la manera que tenga de educar a su hijo, o de lo que piense que es mejor para consolarlo en ese momento. Si el padre es un ateo convencido le dirá que el cielo no existe ni para perros ni para humanos. Si el padre es religioso acérrimo tal vez le diga que al cielo sólo van las personas. Si es un religioso moderado, le dirá que claro, que allí estará ya Tobi esperándoles hasta que les toque el turno a ellos. Si es un agnóstico le dirá que el cielo, bueno, a lo mejor existe o a lo mejor es un invento humano y que como invento uno decide si los perros van o no van. Si simplemente el padre ve al chaval destrozado no dudará y le dirá que sí, que claro, como no va ir Tobi al cielo, con lo bueno que era Toby, no como tú que eres un trasto y sigue así y te quedarás sin ver a Toby para la eternidad (un buen padre nunca desaprovecha el momento para educar)


Si en vez de Tobi, el perro se llamara Mazinger, creo que el padre tendría que decirle la verdad al niño. Basicamente porque a veces la verdad es imposible de ocultar. Y la verdad es que Mazinger se pasaba la navidad pegado a la ventana gruñiéndole y ladrándole a esa tela que la vecina colgaba con una imagen del niño Jesús con el lema de Dios ha nacido.


Porque así lleva Mazinger dos días. Yo al principio no entendía nada. ¿A quién le gruñe? ¿Por qué de repente se pasa las horas con el hocico pegado al cristal congelado, o en el balcón con un frío de dos pares? Hasta que caí. Ahí estaba esa estampa con ese niño Jesus que da un poco de miedo (ampliad la imagen si no me creeis) y que a Mazinger no le ha hecho ninguna gracia. Mazinger ateo, ¿a quién habrá salido?

También es verdad que ese padre podría decirle a su hijo que a pesar de que Mazinger fuera ateo y le gruñiera a dios, tal vez aún podría ir al cielo porque a ese posible dios no le importa que uno crea en él o no para que le admita en su club de la eternidad.
Esa también es mi esperanza. Just in case.

Feliz navidad, con gruñidos. De Mazinger y mios.

martes, 9 de diciembre de 2008

Final de temporada

Hoy me despierta el sonido de un mensaje en mi móvil. Son las 9 de la mañana (Sí, no he madrugado mucho...) Lo envía Javi Quintas, el director del capítulo que se emitió anoche, el último de la temporada. "Si me lo ha enviado tan pronto tienen que ser buenas noticias", pienso. Con los guionistas he apostado una cena. Una apuesta absurda y sin riesgo porque desde el principio me he sabido ganador. Los muy entusiastas han decidido que si somos líderes del día, si derrotamos a CSI, yo les invito en donde ellos quieran. Y si quedamos segundos o terceros les toca pagar a ellos. Como digo, una apuesta sin fuste. Es imposible que con nuestros datos de temporada, aunque hayamos ido subiendo cual hormiguitas, derrotemos a CSI.
Me levanto y miro el mensaje de Quintas: "Hasta el infinito y más allá... Y CSI sintió nuestro aliento en la nuca. Y luego lo dejamos tumbado en la mesa del forense rendido. 22,1 de share. 3.919.000 espectadores. Enhorabuena"
Glubs... pienso. No sé cómo interpretar el mensaje, ¿hemos casi empatado con CSI en su primer capítulo y luego le hemos ganado en el segundo? Decido que esa es la interpretación correcta y que así me libro de pagar la cena. Porque los términos de la apuesta eran claros. Teníamos que derrotar a CSI en su totalidad no sólo en el segundo capítulo.
Los mensajes siguen llegando. Esta vez de Darío: "Oe, oe, oe... Soy un profeta (y hasta me quedé corto) Felicidades."
Me meto en la ducha y Jaime Vaca, uno de los guionistas y desde ahora el hombre que me vio llorar al recoger a Mazinger, me llama insistentemente. Le devuelvo la llamada.
-¿Quién va a pagar una cena?-pregunta.
-No, no- protesto- los términos eran claros, teníamos que derrotar a CSI
-¡Y los hemos derrotado, Montero! Métete en la página de Vertele, lo dice bien clarito:" FOQ arrebata el liderazgo a CSI"
-¿Cómo? ¿En serio?-Pregunto perplejo, mojado y aún medio dormido.
-Que ellos han hecho un 20 y nosotros un 22! ¡Toca pagar cena!

Yo sonrío anodadado. Mierda. Me va a salir por un pico haber derrotado a CSI. Y ahora todo el equipo de la serie dando botes de alegría y yo pensando en que no sé para qué apuesto. Si siempre pierdo. Siempre. Hasta cuando gano, como en este caso. Menos mal que no jugué en Las Vegas.

Llegan más mensajes, ahora de otro guionista, Carlos Ruano: "Espero que te hayan pagado ya los de la SGAE porque esto te va a salir caro"

¿No me jodas? Sudores fríos. ¿Pero estos a donde querrán que les lleve? ¿Por qué tenemos que ganar precisamente hoy a CSI?

Más mensajes, esta vez de Susana: "Peazo audiencia, muchas felicidades!! Y Michel que se va... Me rompéis el corazón"

Otro de Miguel: "Oe, oe, oe... FOQ arrebata el control a CSI"

Yo, aún digiriendo por cuanto me va a salir la noche, contesto a Miguel: "Sí, una buena audiencia, aunque para eso hayamos tenido que matar a uno de los protagonistas y enterrarlo entre muchas y muchas y muchas lágrimas"

Más mensajes. Esta vez Goyo, mi jefe, que manda un escueto: "Felicidades" Es tan escueto, él tan amigo de la oratoria, que no sé muy bien como interpretar. La clave me llega media hora después. Otro guionista, esta vez de otra serie:

"Cuidanos a Goyo, que ya se le había olvidado lo que era esto de que tantos millones de espectadores vieran "su obra" Capitulazo. Enhorabuena" Así que me imagino a Goyo entre la euforia, el delirio y el "yo, yo, yo" De ahí que no me felicite con más entusiasmo porque sentiría que es felicitarse a sí mismo y eso, claro, está feo.

Más mensajes, ahora de Josep, el analista de la productora: "K viva la madre que te parió! Montero, capullo, queremos un hijo tuyo. Ayer lloraste? Felicidades por el capitulazo y que viva el lagrimeo (en su justa medida ya lo sé)" Lo que va entre paréntesis, que también es de Josep, viene a reflejar nuestra eterna pelea. Según él y los jefes, yo nunca dejo que todo mi "talento" salga para fuera porque el pudor me lo impide. Yo siempre disiento. Creo que soy impúdico, pero eso sí, de la escuela de que muchas veces menos es más. Aunque el capítulo de ayer no cumplía esa máxima, ayer los protagonistas lloraron más que en un programa de Gran Hermano. Y claro, arrasamos en audiencia. Así que no sólo he perdido la apuesta. Ahora también utilizarán este dato para que meta más sentimiento. Sentimiento a granel.

Nuevo mensaje, esta vez de Reyes, la productora ejecutiva: "Qué agradable sensación! Creo que Bruckheimer te va a hacer una oferta. Un abrazo y mucha inspiración para todos. Creo que somos un gran equipo. Besos."

En toda la mañana no ha parado de llover. Mazinger está inquieto porque apenas ha podido correr por la plaza. Y los mensajes siguen llegando. Me quedo con el de Félix, el guionista que no se emociona, nuestro asidero, nuestro escéptico del grupo, el que siempre nos devuelve a la realidad y que nunca se cree nada:

"Monterooooorrr!!!"

Vaya, hasta él se ha dejado llevar por la emoción. ¿O estará pensando en todo lo que va a cenar gratis esta noche?

martes, 2 de diciembre de 2008

Una noche en la cárcel (II)

Eran las 6 de la tarde del domingo, yo ya sabía que Mazinger había aparecido pero no podía recogerlo hasta el día siguiente. Iba a pasar la noche sin mi, y a saber en qué sitio. Y a saber en qué condiciones, a la intemperie seguramente, ladrando, con frío, en una cárcel de perros, rodeado de otros perros como él pero mucho más salvajes. Sin el calor del hogar, sin el calor de la calefacción, en una de las noches más frías del año... Ay...
No dormí. Me acosté, pero no dormí, porque me lo imaginaba ladrando, aullando, sin dientes, sin hocico, cojo, sangrando, mojado, aunque no llovía... En fin, que por mucho que me dijera, tranqui, Carlos, el perro está bien, y aunque esté mal de poco servirá que tú pienses que es una vícitma del sádico de Saw. Eso no le va ayudar en nada. Pero yo no podía evitar pensar que pasaba una noche en la cárcel y que era un castigo demasiado severo para una falta tan leve como perderse seguramente por seguir el rastro de una perra en celo. ¿Acaso Mazinger no tenía derecho a un escarceo, al amor, acaso el pobre vivía en una dictadura en la que se castigaba con una noche en la cárcel cualquier desorden mínimo?
Llamé a Jaime, el unico de los guionistas con coche y el único al que curiosamente no le caía bien Mazinger, para pedirle que al día siguiente me llevara al centro de concentración, digo, de protección de animales. "Ya sé que a ti Mazinger no te cae bien y que te comió el botón del abrigo ese que te compraste en Nueva York.. pero..." "No digas tonterías, claro que te llevo. Pobre chucho de los cojones"
A las 9 y media del lunes partimos hacia el centro. Hacía incluso más frío que el domingo y yo, trastornado como iba, aunque intentando disimularlo, olvidé la correa de Mazinger.
Llegamos allí. El centro era moderno, enorme. Y al ver que no se parecía en nada al centro que había imaginado en mis pesadillas, respiré aliviado. Llegamos a la garita del guardia y me tuve que bajar del coche para entregar mi DNI. Allí vi que el buen hombre estaba leyendo una biografía de Hitler. "Mal empezamos", pensé. "Menos mal que mi perro es de raza"
Dentro tuve que rellenar varios papeles mientras la funcionaria buscaba en un ordenador que no quería funcionar dónde estaba mi perro. "Aquí no lo vemos, ¿seguro que le dijeron que estaba aquí?" "Sí, sí, me lo dijeron, me lo dijeron"
Tardaron 20 minutos en dar con él. Eternos. "Aquí está, sí. " Una lagrimillla asomó a mi ojo, que yo reprimí con entereza y mucha voluntad. No pensaba llorar. Jamás. Y menos delante de Jaime.
Otra chica salió al frío de la explanada con un walki. "El perro está en España 9, en España 9" ¿Cómo que España 9? ¿Pero adónde habían traido a Mazinger? Primero el de la entrada leyendo a Hitler y ahora mi perro está en España 9? Pero... pero...
"Vaya hacia allá, ¿ve allí al fondo a esa buena mujer cubierta de los pies a la cabeza, echando un vaho que te cagas por la boca?" (Bueno, no dijo eso exactamente, eso fue lo que vi)"Pues vayan, que ella les acompañará"
Jaime y yo nos acercamos. Los ladridos de los perros eran cada vez más fuertes. Entramos al recinto. Un frío de morirse. Decenas de perros en jaulas individuales a la intemperie. Todos ladrando desesperados. Recorrimos el pasillo E 1, E2... hasta llegar a España 9. Y allí estaba Mazinger. Con frío, con las patas sucias, pero intactas, con sus dos orejas, su rabo y su hocico . "¡Mazinger!"
Yo no iba a llorar. Eso dije.
No, aquello no fue llorar. Fue lo siguiente. Lágrimas, hipidos, sollozos, temblequeo general. "Pobriño, pobriño"
Jaime al verme llorar también se contagió. Jaime, sí, el que odiaba a Mazinger. Dos hombretones de treinta y tantos llorando, ante la cara impertérrita de la guardiana de perros cubierta hasta las orejas. Porque ella sí iba abrigada, la hijaputa. Yo ya con al perro en brazos miro a Jaime. "¿Y tú qué haces llorando?"
"Coño, Montero, si es que tienes sentimientos y claro al verlo me he emocionado..." "Mierda de chucho, mierda de chucho" Hasta lo acarició y todo.
Durante el trayecto a casa en coche, no lo solté. El pobre estaba en shock, me miraba, me lamía, luego quería lamer a Jaime que iba conduciendo. "Quita chucho". Me miraba, me lamía, yo le abrazaba... Y así hasta que llegamos.
Esa noche, mientras veía el penúltimo capítulo de mi serie, Mazinger dormía a mi lado, calentito, pegado a mí. Y soltando esos pedos que sólo suelta cuando está muy relajado. "Ay" Me sentí como una estampa de Navidad. Celebrándola al calor de la familia.

Un día sin Mazinger (I)

Hay épocas del año en que vuelvo a tener ganas de arrancar proyectos nuevos. Noviembre, no sé por qué, es uno de esos meses en el que acaricio siempre la idea de escribir una novela. Después la pereza, el miedo, la autoestima baja, la vagancia absoluta, la urgencia del trabajo, las 24 horas ocupadas, hacen que me vaya olvidando de ese sueño. Este noviembre no ha sido diferente. Así que ahí estaba yo dándole vueltas, buscando un tema, un impulso, una idea para esa novela otoñal que nunca llega cuando perdí a Mazinger. Sin más, el domingo más frío del año a las 12 del mediodía en la plaza del Dos de mayo lo perdí. Yo estaba distraído y absorto en la conversación con Iván, mientras me contaba cómo sus padres le habían dado la espalda cuando descubrieron que era gay, y como había tenido que marcharse de casa y trabajar de camarero en Portugal y luego de peón de albañil en Suiza "peor que hacer la mili", dijo. Y de repente Mazinger ya no estaba.

Iván me ayudó a buscarle y luego Andrei y también Enrique y Lucía y más dueños de perros que fueron corriendo la voz por todo el barrio. Yo, que hasta la 1 y media había mantenido la calma, empecé a inquietarme. Sobre todo al ver la cara de preocupación de los demás. Gumer tampoco ayudaba. "Pobriño, estará por ahí solo, perdido, pasando frío, con hambre, pobriño..." Y seguía: "Cuando aparezca voy a tener unas ganas de abrazarle y pegarle, abrazarle y pegarle..." "Abrazarle y pegarle, qué desgraciado el Mazinger, mira que escaparse." Que sí, Gumer, que ya he pillado la idea.

A las 2 mi inquietud era evidente, a las 4 de la tarde ya estaba harto, cansado y desesperado de buscarle por todo el barrio. Y sabiendo que si estuviera por las calles próximas habría vuelto, porque esta zona la conoce de sobra. Pero algo tenía que hacer. Y salir del barrio era absurdo, porque fuera de aquí el resto era la inmensidad de Madrid. Que vale, no es tan grande como Sao Paulo, o Mejico DF, pero para un perro blanco, pequeño y mimado, Madrid es inmenso. Lo que no hice en mis paseos fue gritar su nombre. Imaginaos el panorama, yo gritando como un loco por las calles: ¡Mazinger, Mazinger! (¿Por qué no le puse Toby, o Lucky o algún nombre de perro?)
Durante esas horas mi mente era un hervidero, por un lado trataba de relativizarlo: Sólo es un perro. No pasa nada, a todos los dueños de perros le pasa alguna vez. Ánimo, aparecerá dándole al rabillo por cualquier esquina. Pero al segundo empezaba a pensar en todas las posibles muertes, raptos, accidentes que mi mente de guionista era capaz de imaginar. Y yo he escrito dos policiacos, uno de ellos muy tremendo, así que imaginaos mi talento para el drama. Inmenso, tanto como Madrid para Mazinger.
Antonio, el dueño de Micro, me dio la clave. Llama a la policía local. Lo hice y fueron especialmente amables. "Justo una compañera acaba de perder al suyo y estamos aquí sufriéndolo mucho. Ahora mismo alerto a todas las patrullas"
A las 5 y media llamé al registro de animales y ahí me dieron la noticia: "Su perrillo ha aparecido, lo encontraron a la 1 y media, ¿no le han llamado? "
¡No, no me han llamado!" Y en ese momento pensé, ¿Por qué no me han llamado? Si el perro estuviera bien me hubieran llamado, ¿no? A todo el mundo le gusta dar buenas noticias. Pero claro, han encontrado al perro mutilado, o muerto, o desangrado y no han tenido el valor de decírmelo.
Mis piernas se pusieron a temblar. Ellas solitas, sin que yo pudiera hacer nada por impedirlo. Valor, Carlos. Llamé al número que me dio la chica del registro. Allí un señor borde, el primer borde del día, me dijo que sí, que lo habían encontrado y que no, no me habían llamado y que se lo habían llevado directamente al Centro de Protección de animales. ¿Estaba bien el perro? Sé que lo tuve que haber preguntado, pero no me atreví, no supe hacerlo, me fallaron las fuerzas. Prefiero no saberlo, pensé. Prefiero ir allí y enfrentarme a la realidad, sea cual sea. Prefiero tardar lo más posible en escuchar una mala noticia (igual que cuando me hago el remolón todos los martes antes de entrar en la página web para averiguar la audiencia de mi serie. Que sigue subiendo, por cierto) Así soy yo. Y ante mi carácter, mi estado de ánimo en esos momentos y la bordería del hombre, no me atreví a preguntarle si mi perro tenía aún las cuatro patas, todos los dientes, las dos orejas y el hocico.
"¿Dónde está el centro ese que voy corriendo a por él?" En la M 40, salida 30, me dijo. Su puta madre. Eso suena lejísimos. "Pero no puede ir a buscarlo hasta mañana. Hoy no hay personal administrativo porque es domingo"
¿Cómo? ¿No podía recoger a mi perro hasta el día siguiente? ¿Iba a pasar la noche allí? ¿En esa cárcel de perros, en ese campo de exterminio, en ese centro de reclutamiento? ¡Pobre Mazinger!