martes, 29 de julio de 2008

El lujo


Y Mazinger el sábado descubrió el lujo. A falta de vacaciones fuera de Madrid, nos las montamos aquí en el puente: Templo de Debod, Parque del Oeste, casa de Alex con una pantalla más grande que las de los cines Renoir...

Yo también viajé a Nueva Zelanda al volverme a ver durante los tres días festivos la trilogía de El señor de los anillos. Cuando un orco aullaba o un perro ladraba Mazinger lo mismo.

viernes, 25 de julio de 2008

Parques


Porque en las ciudades hay parques, en las noches libros, música y tal vez caricias, en las cenas vino y amigos, en los días calurosos tardes fresquitas, en la intemperie refugios, en la realidad sueños, en la incertidumbre algún acierto, y en los sueños también alguna que otra realidad.
Y el deseo siempre el deseo. La única ley, ya lo decía Almodóvar, y también Drexler: Deseo, mire donde mire te veo.

El despertar


Y con el verano llegó el deseo. El despertar del instinto. Ayer Mazinger descubrió por primera vez a lo que olía el paraíso. Y desconcertado, ansioso, juguetón, despierto, alucinado, jugó y se dejó la vida en conquistarla.
Ah, la adolescencia... ¿Así que la vida era esto? Bienvenido.

martes, 22 de julio de 2008

Hay días...


Hay días que son como esta foto. Y poco se puede hacer, sólo esperar que pasen, como Mazinger espera que sean ya las 8 y media para que lo saque a la plaza y pueda correr, saltar y jugar con sus amigos.
Hay días en los que la misma canción retumba en tu cabeza, y como las rimas pegajosas no te puedes desembarazar de ella:
"Y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido"
Maldito Joaquín Sabina.

miércoles, 16 de julio de 2008

I believe...


"I believe in aristocracy, though... Y, sin embargo, creo en la aristocracia. Si es que es el término exacto, y si es que puede emplearlo un demócrata. No en una aristocracia basada en el rango y la influencia, sino en la de las personas solícitas, discretas y valientes. Los miembros de esta aristocracia se encuentran en todas las naciones, en el seno de todas las clases sociales y en todas las edades. Y hay una suerte de complicidad secreta entre ellos cuando se cruzan unos con otros. Representan a la única y verdadera tradición humana, la única victoria permanente de nuestra extraña raza sobre la crueldad y el caos.


Miles de ellos perecieron en la oscuridad, pocos son grandes hombres. Están a la escucha de los demás como de sí mismos, son atentos sin exagerar, y su valentía no es una pose sino más bien una aptitud para soportarlo todo. Y además..they can take a joke.. tienen sentido del humor"


Algo así escribió E.M. Forster y yo lo he venido a encontrar en la ultima novela de Anna Gavalda, El consuelo.
Y consuelo se encuentra en muchas partes, o en dos o tres.

domingo, 13 de julio de 2008

Columpiarse


Hala, una foto en la que salgo feliz y columpiándome. Porque acabo de releer el anterior post y casi me da algo, qué Douglas Sirk, qué Isabel Coixet, qué afán por el melodrama, madredelamorhermoso.Eso sí que ha sido columpiarse y no lo que hacía en este columpio. Ni caso, es que es domingo y toca trabajar y no he hecho nada en toda la mañana, grrr...

Ahora me voy de cañas, ea.

Equilibrio


El personaje que interpreta Nani Moretti en la estupenda Caos Calmo, intenta soportar el dolor de la pérdida haciendo listados mentales absurdos. El primero y el más genial de todos ellos es uno sobre las compañias aéreas con las que ha volado. Es una idea de guión brillante (aunque puede que ya esté en la novela en la que se basa la peli), una de esas por las que un guionista de televisión como yo , acostumbrado a llenar folios y folios de naderías, mataría, porque pocas veces ha visto reflejado el dolor en la pantalla de una manera más sutil, más original, más desesperada dentro de esa calma de la que hace gala el personaje y la película. En un cuento que escribí hace poco el protagonista también intentaba cuantificar y entender su dolor agarrándose a las cifras, las de su piso, las de las facturas del sicólogo, etc. Algunos me preguntaron si era autobiográfico y no, para nada. Es verdad que a veces, como creo que ya conté por aquí, me gusta enumerar los momentos en que disfruto de mi vida, no con un afán de "mira lo que tengo" sino por una cuestión de equilibrio. (Cosas que se aprenden con los psicólogos conductistas, ya veis) Llevo días o semanas quejándome de que no tengo vacaciones, de que "¡ay! que vida más miserable sin vacaciones" Bien, pues en un momento tonto y de queja como ese, un listado calma mi pequeño caos, como a Nani Moretti, y ante la pregunta o lamento de "oh, dios por qué nunca tengo vacaciones" hago recuento y resulta que en el plazo de un año he estado en Río de Janeiro, Malta y Lisboa. Así que ese pequeño listado me cierra la boca. En otros momentos de caos calmo, donde creo que mi vida es sosa y demasiado tranquila hago recuento de mis pequeños placeres, de mis pequeños aciertos, y la lista no deja de crecer: una o dos buenas películas (Caos Calmo, Margot y la boda), una o dos novelas tristes pero increíbles (Saber perder, El consuelo), una cena con vino y amigos, la orquídea de la foto, regalo del productor ejecutivo de mi serie, a la que le están brotando las flores, un paseo con Mazinger, claro, y también una noche de hotel en una habitación blanca y con una bañera enorme... Y la lista sigue y sigue.
No hago listados de dolor, porque lo que duele no necesita demasiadas palabras, igual que este blog siempre será un blog alegre y para todos los públicos, un blog siempre con Mazinger, porque para eso lo tengo, a Mazinger y al blog.

Gente con perro


Uno de los descubrimientos tontos y asombrosos que hice en mi estancia de 6 meses en NY hace tres años es que somos lo que nos rodea. (El yo y las circunstancias que diría Ortega) O más bien que la identidad no es más que la suma de nuestro trabajo, nuestros amigos, nuestros amores, nuestra casa, y en un grado un poco más pequeño de nuestro carácter, nuestras ideas, nuestro lugar de nacimiento... En NY empezaba de cero, sin apenas amigos, sin trabajo, ya que iba a estudiar, y con una casa, más bien caja de zapatos, (con su ratón y sus palomas asquerosas en ese pozo negro que tenía por patio de luces) que estaba muy por encima de mis posibilidades, pero muy por debajo de la que tenía o podía aspirar en Madrid. Así que en NY descubrí a otro Carlos, y como un concursante cualquiera de una edición de Gran hermano, esos que siempre dicen que "aquí en la casa se vive todo más intesamente" yo también lo viví todo de manera intensa. Huérfano de mi identidad y despojado de las palabras que también me definían, descubrí mi lado más miedoso y también el más intrépido, el lado más alocado y el más cauto. Sin identidad era una veleta y dependía del viento, del clima y de mi confianza con el idioma para estar arriba o abajo. Yo allí ya no era Carlos el guionista simpático amigo de no sé quién, o Carlos, el que daba esas fiestas tan graciosas, o Carlos, el que se desenvolvía con seguridad y aplomo tanto en el supermercado como en una discoteca o en el trabajo. Allí era un estudiante extranjero más, bastante torpe con el idioma, y que se quejaba y se admiraba de esa ciudad hostil e increíble a partes iguales. Un estudiante extranjero en una clase llena de estudiantes extranjeros de todas partes del mundo, Corea, Turquía, China, Hungría, Francia, Brasil, Argentina... Eso era lo que nos unía y de ahí partíamos todos. Poco a poco, mes a mes y peleándonos con el idioma, fuimos descubriendo más de cada uno y fuimos intentando traer nuestra identidad patria a esa clase y a esas nuevas amistades. Y así supimos que uno era guionista, (yo) otros pijos niños de papá (la argentina), otros crupiers en un casino japones (toni), otros informáticos (el turco) y suma y sigue. Pero hasta que reconquistamos nuestra identidad fuimos naufragos, y también libres. No eramos nadie y podíamos ser cualquiera, con todo el vértigo y toda la ansiedad que eso puede suponer. Y con toda la diversión también, claro.
¿Y todo esto qué tiene que ver con el título que le he puesto al post: Gente con perro? Tiene que ver, porque con Mazinger he recordado o más bien recobrado esa identidad perdida, esa no identidad. Con Mazinger, los vecinos con perro de la plaza, sólo sabían de mí, que era el dueño de Mazinger, y yo sólo sabía de ellos que eran los dueños de sus perros.
Y de ahí partimos. Y es un buen sitio del que partir, porque alguien con perro, es alguien que de buenas a primeras te va a caer bien, porque por lo pronto ya tiene algo en común contigo, el perro y sobre todo ya le presupones cierta capacidad para el aguante, para la paciencia, para dar cariño, para preocuparse y desvivirse por los demás, o al menos por su perro. Y poco a poco vas descubriendo y te van descubriendo. Además del dueño de su perro, te enteras de que uno es pianista, el otro informático, otro arquitecto (cómo veis es un barrio la mar de molón) , otra dependienta, otro jubilado... Y un día también de manera tonta los dueños de los perros descubren que el dueño de Mazinger escribe un blog y se corre la voz y un viernes por la tarde, después de un día duro de trabajo, bajas a Mazinger cansado y te encuentras con la sonrisa de varios que te dicen: hey, me he leído tu blog, qué chulo, así que eres el guionista de Física o química, ya verás cuando se lo diga a mi hermana pequeña, je..."
Y así es como partiendo de Mazinger, hasta ser guionista de televisión se perdona.

martes, 8 de julio de 2008

Trasquilones


Yo veía a todos los perros de la raza de Mazinger con un corte de pelo bastante ridículo. Con el pelo rapado por arriba y con faldones en las piernas. A mí no me gustaba nada, yo no quería ese corte de pelo para Mazinger. A mi me gustaba con el rollo salvaje que llevaba, que casi parecía un perro vagabundo. Con pedigri, pero vagabundo. Así que me puse a preguntar a los dueños de perro como Mazinger que tenían un corte de pelo más o menos digno. Alguno había. Me hablaron de una peluquería, de otra. Y me decidí por una.

Pero luego, no sé, como que me dio pereza o qué sé yo. El caso es que ayer, mientras pensaba en cómo solucionar una secuencia, me dio por coger la tijera y acabar de un tajo con un chicle que tenía pegado en su pelo blanco y largo. Y después de ese tajo vino otro y después... ya no pude parar. Sabía que no debía, que era un camino sin retorno. Al cuarto tajo era consciente de que la cosa aún podía tener remedio, que si paraba en ese momento el destrozo aún era evitable, pero no pude. Es de estos momentos en la vida en los que sabes que no debes seguir pero una fuerza kamikaze te impulsa y te dejas llevar, hacia la catastrofe, hacia el peligro, hacia el trasquilón. ´

Ayer en la plaza causó sensación. Los dejé a todos mudos con el corte punkie de Mazinger. Yo a veces lo miro y lo veo horroroso. Y otras veces me parece el chucho más gracioso del barrio.