jueves, 25 de febrero de 2010

El entusiasmo de Verónica

No sé si mi amiga Verónica se va a enfadar cuando lea este post, pero es que no puedo evitarlo y quiero compartir mi alegría. Vero, amiga guionista que conozco desde mis tiempos en El Comisario, leyó un guión de un corto escrito por mí y le gustó tanto y lo vio tan teatral que me propuso escribir una obra de teatro. Y dicho y hecho, lo hablamos un poco, y la obra, a cuatro manos, salió sola. De estas veces que escribir es un placer absoluto y que parece que no eres tú el que escribe si no que eres simplemente el taquígrafo de alguien que te lo va dictando al oído. Pasa pocas veces, pero cuando pasa es una maravilla. El caso es que nos dimos un plazo para terminarla y sólo lo incumplimos en 15 días. Y Vero, que es entusiasta y muy echada para adelante, dijo: "esto hay que montarlo, liamos a unos cuantos actores, a un director que nos guste y la ofrecemos a las productoras más molonas de teatro". Y dicho y hecho. Ya tenemos director. Vero, con un par, se la ofreció a Miguel Albaladejo y ayer cenamos con él. ¡Y nos ha dicho que sí!. Porque la obra le había parecido muy divertida.
Va a ser nuestro director. Aún no me lo creo.
Además del sí, la cena fue estupenda. Yo no le conocía personalmente y es un tipo encantador. Intenté reprimir mi entusiasmo por alguna de sus pelis, pero con mi segunda cerveza el entusiasmo salió a borbotones. Y Vero hasta le confesó que yo había escrito un post elogiando su última película. Espero no haberle asustado.
Ahora vamos a la caza de productor, aunque Vero ya le tiene echado el ojo a uno, y a por los actores.
Qué divertido es empezar nuevas aventuras, sobre todo las que sin saber cómo, desde el principio van sobre ruedas.

Ideas y política española

Entre las muchas ideas que barajo para alguna serie desde hace tiempo está la de alguna relacionada con el universo de la política o un personaje político. Soy fan fatal de El ala oeste de la Casablanca, y se me ponen los dientes largos con casi todo lo que escribe Aaron Sorkin. La política americana siempre ha tenido un halo muy cinematográfico. Lo malo es que luego cuando intentas aquí algo parecido y te quieres inspirar en la realidad te encuentras personajes que lo mejor que saben hacer es enseñar su dedo, llamar hijoputa a su rival del mismo partido, o como en el caso de Camps, decir que su patrimonio personal es de una cuenta corriente de 900 euros, una cuenta compartida de 2500 y un piso con hipoteca de 120.000 euros. ¿Y digo yo con alguien que miente tan mal, o que ni se esfuerza en hacer de la mentira algo creíble, qué personaje se puede crear si no uno de Berlanga? Cero épica en la política española. ¿Qué estarán diciendo los que votaron a Camps? ¿Realmente alguien se cree que tenga tan poco dinero? ¿y en caso de ser cierto no es casi contraproducente que un líder político, presidente de su comunidad tenga una noción tan paupérrima del ahorro, sobre todo en tiempos de crisis? ¿O será verdad que tiene tan poco dinero porque todo se lo ha gastado en trajes pagados de su bolsillo?

jueves, 18 de febrero de 2010

Puntos de vista

De mi etapa en NY aprendí muchas cosas, una de las más tontas y obvias, y digo tonta y obvia porque ya la había visto en mil películas americanas, fue observar en primera persona lo práctico de su enseñanza. Y concretamente lo mucho que les gusta fomentar el debate en clase. Sacan un tema, se hacen dos equipos y a debatir. Lo curioso del asunto es que a uno no siempre le toca debatir en el equipo más afín a su opinión. Los grupos se forman completamente al azar, por lo tanto yo me vi muchas veces obligado a defender, y en inglés, opiniones contrarias a las mías. Es un ejercicio la mar de interesante. Y para un escritor ni te cuento. Ojalá eso se hiciera más aquí. No sólo aprendes a expresarte mejor, a dotarte de armas dialécticas, sino que también se amplía muchísimo tu perspectiva. De repente descubres que no todo el mundo tiene razón, pero sí que todos tienen sólidos argumentos para pensar como piensan. Sí, sé que es una obviedad, ya digo, pero a veces hasta que no ejercitas las obviedades no las acabas de asimilar.
Decía que para un escritor es todavía más interesante porque uno cuando escribe tiene que saber ponerse en la piel de cada uno de sus personajes. Entenderlos y defender de manera apasionada lo que piensan y cómo actúan. Eso es algo que en la buena literatura, en el buen cine y en la buena tele americana se hace de manera modélica, tal vez porque desde pequeñitos a todos los educan en el debate. Nosotros, aquí somos más de unirnos a una determinada corriente ideológica y defenderla a muerte. Es mucho más cómodo, donde va a parar.

Leo con interés y con el corazón encogido, supongo que nos pasará a todos, la noticia del locutor de la BBC que ahogó con una alomohada a su pareja, porque entre los dos habían pactado que cuando el moribundo no soportara más la agonía le ayudaría a morir. En el País hoy viene un artículo muy interesante sobre el tema:
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/suicido/elpepusoc/20100218elpepisoc_1/Tes

El artículo le da voz a todas las opiniones y a todas las asociaciones, las que apoyan el suicidio asistido, las que están en contra, y las mil variantes que existen en la definición y en la práctica sobre ese asunto.

Uno puede tener una opinión determinada sobre el tema. Yo defiendo el derecho a una muerte digna. Pero descubro, o más bien constato, que esas palabras, derecho a una muerte digna, encierran todo un abanico de posibilidades en la práctica que son de dificil traslación jurídica. En el artículo hay algo que me llama la atención y que me hace reflexionar sobre el asunto. Lo transcribo:
...en Reino Unido Care not Killing, se opone tanto a la legalización de la eutanasia como del suicidio asistido "porque cualquier cambio legal puede poner presión en gente vulnerable, ancianos, discapacitados, enfermos, gente con depresión, para acabar con sus vidas para no ser una carga para la familia, la gente que les cuida, incluso la sociedad", explica Saunders. (...) "En muchos de los casos que están en las noticias se trata de gente con gran determinación y creemos que a menudo presionan a sus seres queridos para que les ayuden a matarse. Tiene que haber protección legal también para sus seres queridos. La coerción puede operar en ambos sentidos. Las leyes están para proteger a los inocentes y los vulnerables, no para otorgar libertades a los más determinados".
Y aunque este argumento me parece un poco enrevesado, al menos me hace reflexionar. Recuerdo los debates en casa de Alejandro cuando estaba escribiendo Mar Adentro. Yo entendía y apoyaba la causa de Ramón Sampedro, pero también argumentaba que no querría ser yo ese amigo o familiar que le ayudara a morir. Vamos, que a mí no me lo pidiera. Yo sería incapaz de suministrarle el veneno o de ponerle una almohada encima, por muy a favor que pueda estar del asunto.
Y reflexionando sobre todo esto, de repente se me ocurre un monólogo sobre alguien como ese locutor de la BBC. Alguien que ahora confiesa su crimen y que no se arrepiente de haberlo hecho, pero que en el fondo lo ha confesado porque se siente culpable, (cuidado no estoy diciendo que ese sea su caso, ahora mismo estoy haciendo ficción) porque en realidad hizo lo que hizo presionado por su pareja. Su amor y la determinación del moribundo le llevó a hacerlo, pero él no lo tenía tan claro. Lo confiesa porque necesita pagar su culpa.
Y ahora al escribir esta idea me doy cuenta de que eso es exactamente lo que cuenta el personaje de Lola Dueñas en Mar Adentro. Y curiosamente Alejandro lo hace para defender lo contrario que la asociación Care not killing, es decir que si hubiera una legislación adecuada sobre la eutanasia, los familiares no tendrían que ser los brazos ejecutores y menos con esos métodos terribles y chapuceros, como la administración de veneno o el ahogamiento con una almohada.
Ya véis, al final es una cuestión de puntos de vista.

martes, 16 de febrero de 2010

Nacidas para sufrir

Albaladejo ha escrito y ha dirigido lo que probablemente sea su mejor película hasta la fecha. Nacidas para sufrir.
Se disfruta de principio a fin. El guión es inteligente, divertido, profundo. Habla sobre la vejez y la soledad en los pueblos en los que ya sólo van quedando ancianos. Y con algo tan triste el tío se calza una comedia.
Las dos protagonistas están espléndidas. Entre otras cosas porque los personajes que Albaladejo ha escrito son magníficos, complejos y originales. Casi nada.
La vi el domingo con unos amigos y la sala estaba llena. Ojalá siga yendo así de bien porque se lo merece.
Aquí os dejo una escena para que os entren ganas de ir a verla.
Eso sí, en la secuencia hay un spoiler (o sea, que se desvela bastante de la trama) así que tal vez preferiráis no pinchar en el enlace.

http://www.youtube.com/watch?v=2UgYpICCY0c

Llueve

Llueve.
Llueve a mares.
Llueve a raudales.
Llueve tanto que diluvia.
Llueve sin parar.
Hasta el aburrimiento llueve.
Pero, ah,
ya casi es jueves.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Salir del pozo

Soy un agonías. Vale. Lo sé. Pero es lo que tenemos la gente que escribimos. Que deformamos, que exageramos la realidad para hacerla más interesante, o para hacerla más intensa, o más divertida, o más dramática. Y a veces nosotros mismos caemos en nuestra propia deformación. Yo soy así. Qué le voy a hacer. Pero os juro que cuando caigo en el pozo sólo veo la oscuridad, y a penas el huequecillo del sol, porque a veces afuera incluso está nublado. Y entonces la cosa se complica y uno se pone tremendo.
Pero el sol ya brilla intensamente. Y encima yo he salido del pozo. Por fin he dado con una historia que me gusta. Y he respirado tranquilo. Mi mente sólo se atascó una semanita. Ha sido eterna, pero ya pasó.
Gracias a los que me habéis aguantado. Y gracias por no tomarme nunca demasiado en serio. Ea.

Y gracias también a los que me empujan a ser mejor. Y a los que creen en mí más de lo que yo mismo creo. Al final siempre aciertan. Malditos.

sábado, 6 de febrero de 2010

Anatomía de un instante

Se publicó hace más o menos un año. Yo en ese momento no lo leí porque me daba pereza adentrarme en el tema del golpe del 23 F. Sobre todo porque ya me había leído unos cuantos artículos, había visto las tvmovies en las que de alguna manera se trataba el asunto y además en ese momento no me apetecía adentrarme en un ensayo. Pero estos días gracias a la estupenda película de televisión de Suárez y a un artículo de David Trueba, (que lleva dos semanas ya deleitándonos de lunes a viernes en El País) me decidí a comprar Anatomía de un instante. Y cual ha sido mi sorpresa al descubrir que es un libro apasionante, que se lee sin respirar, como un thriller político. Creo que no voy a hacer otra cosa este fin de semana. Yo era fan de las novelas de Javier Cercas, pero creo que ahora voy a ponerle en un pedestal. Qué lucidez, y qué manera de narrarnos uno de los episodios más apasionantes de nuestra historia reciente. (Antonio, si al final te encargan escribir la peli sobre González y no lo has leído, no te lo puedes perder. Disecciona a todos los políticos de manera brillante) De verdad que merece la pena. El único riesgo que corréis es que no vayáis al trabajo o dejéis todas vuestras obligaciones de lado porque no os va a apetecer nada más que devorarlo hasta la última página.
Yo estoy en ello. Que nadie me moleste.

Desconcierto

Me acuerdo de una ocasión en la que tenía que haber dejado a mi pareja pero en vez de eso dejé mi trabajo. O a lo mejor fue al revés. O a lo mejor ya había dejado a mi pareja y lo único que se me ocurrió para soportarlo fue dejar el trabajo. El caso es que negando el sufrimiento que sentía me dio por desbaratar mi vida. O a lo mejor tampoco fue así. A veces los sentimientos se confunden, y a base de reprimir y negarlos acaban apareciendo por otro lado. O a lo mejor es más sencillo que todo eso, simplemente algo ocurre en tu vida que te deja vulnerable y en ese estado frágil cualquier contrariedad puede hacerte añicos.
Yo me acabo de dar cuenta de que odio Paris. Y de que adoro el skype. Y de que el 19 de febrero está a la vuelta de la esquina.
Vale, esta es una entrada desconcertante. Yo soy el primer sorprendido.

jueves, 4 de febrero de 2010

El rechazo

¿Conoces la sensación que te embarga después de un rechazo? A veces te ilusionas mucho con una persona, te gusta de verdad, empiezas a coincidir, a tontear, y tal vez la consigues una noche o dos. Pero después de eso te dice, oye, mira que no, que yo no quiero nada más que esto. Tú lo encajas como buenamente puedes, pero la sensación de rechazo es inevitable. Y lo peor es que ese rechazo en concreto se convierte en El Rechazo, así con mayúsculas. Porque lo terrible de esa sensación es que durante un tiempo crees que a partir de esa negativa, sólo vendrán negativas. Que ya nadie nunca querrá volver a estar contigo. Es un sentimiento absurdo por lo exagerado, pero bastante inevitable a nada que tu autoestima flaquee. Y cuando a uno le dicen que no, la autoestima, por poco que sea, siempre se resiente. Lo bueno es que la inteligencia, y la experiencia acuden al rescate. Y uno al ir madurando, o viviendo, se va haciendo experto en rechazos y a saber manejarlos mejor. Sabe que habrá más después de ese, pero que también habrá otros encuentros que tendrán un final feliz. O mejor dicho un principio feliz.
Cuando rechazan una idea tuya en el trabajo el sentimiento es parecido. Uno ya se estaba enamorando, o ya se había enamorado de lo creado hasta ese momento. Había convivido durante días o semanas con una idea, la había dejado crecer, la había cuidado, le había dedicado sus mejores horas del día y de la noche. La había alentado, se había peleado con ella, la había podado, o tal vez la había dejado crecer salvaje, a ver a dónde le llevaba. Total que había mantenido con la idea una historia de amor en toda regla. O al menos el comienzo de lo que podría haber sido la mejor historia de amor. (El amor en sus comienzos siempre es así. ¿Por qué pondremos tan altas expectativas en ello?) Y de repente...¡zaca! Alguien te dice que no, que tu idea no es buena, que no funciona, que para venir de quien viene es muy poca cosa. Esperaban más, o lo esperaban de otra manera (Ah, las expectativas...) Y uno claro, tiene que encajar el golpe, poner buena cara y decir, venga, no pasa nada. A por otra. Al fin y al cabo nadie dijo que esto iba a ser fácil. O como decía un profesor mío de escritura dramática cuando nos quejábamos de lo dificil que era escribir, "¿qué queréis, que sea fácil y que todo el mundo pueda hacerlo?"

Pero claro, aún sabiendo que es difícil, y que el fracaso forma parte del proceso, la sensación de rechazo es inevitable. Y la sensación de que tal vez nunca más te vuelvan a querer, o de que nunca más una idea interesante salga de tu cabecita, también. Sólo queda esperar pacientemente a que el sentimiento se evapore, y rezar para no encallarse como Guido, el personaje de Nine, viviendo un infierno a la búsqueda de una inspiración que no le llega, que se le escapa.

Siempre presumo de vivir bien. De mi vida cómoda, pero nunca hablo del infierno que está ahí, acechando, a la vuelta de la esquina, o debajo de tus pies. Viviendo siempre con miedo a que el suelo se derrumbe, a que des dos pasos mal dados y las llamas de la mediocridad te devoren para siempre. ¿Exagero? Claro, pero estoy en ese momento. Qué le vamos a hacer.

La experiencia vendrá a rescatarme. Y también la lucidez. O al menos el relativismo. Hoy al menos ya estoy en ese momento de resignación en el que me digo: Vale, estoy atravesando el infierno pero formaba parte del lote. Todos los trabajos tienen su cara y su cruz. Ya volveremos a estar en el lado bueno.

Espero.