jueves, 4 de febrero de 2010

El rechazo

¿Conoces la sensación que te embarga después de un rechazo? A veces te ilusionas mucho con una persona, te gusta de verdad, empiezas a coincidir, a tontear, y tal vez la consigues una noche o dos. Pero después de eso te dice, oye, mira que no, que yo no quiero nada más que esto. Tú lo encajas como buenamente puedes, pero la sensación de rechazo es inevitable. Y lo peor es que ese rechazo en concreto se convierte en El Rechazo, así con mayúsculas. Porque lo terrible de esa sensación es que durante un tiempo crees que a partir de esa negativa, sólo vendrán negativas. Que ya nadie nunca querrá volver a estar contigo. Es un sentimiento absurdo por lo exagerado, pero bastante inevitable a nada que tu autoestima flaquee. Y cuando a uno le dicen que no, la autoestima, por poco que sea, siempre se resiente. Lo bueno es que la inteligencia, y la experiencia acuden al rescate. Y uno al ir madurando, o viviendo, se va haciendo experto en rechazos y a saber manejarlos mejor. Sabe que habrá más después de ese, pero que también habrá otros encuentros que tendrán un final feliz. O mejor dicho un principio feliz.
Cuando rechazan una idea tuya en el trabajo el sentimiento es parecido. Uno ya se estaba enamorando, o ya se había enamorado de lo creado hasta ese momento. Había convivido durante días o semanas con una idea, la había dejado crecer, la había cuidado, le había dedicado sus mejores horas del día y de la noche. La había alentado, se había peleado con ella, la había podado, o tal vez la había dejado crecer salvaje, a ver a dónde le llevaba. Total que había mantenido con la idea una historia de amor en toda regla. O al menos el comienzo de lo que podría haber sido la mejor historia de amor. (El amor en sus comienzos siempre es así. ¿Por qué pondremos tan altas expectativas en ello?) Y de repente...¡zaca! Alguien te dice que no, que tu idea no es buena, que no funciona, que para venir de quien viene es muy poca cosa. Esperaban más, o lo esperaban de otra manera (Ah, las expectativas...) Y uno claro, tiene que encajar el golpe, poner buena cara y decir, venga, no pasa nada. A por otra. Al fin y al cabo nadie dijo que esto iba a ser fácil. O como decía un profesor mío de escritura dramática cuando nos quejábamos de lo dificil que era escribir, "¿qué queréis, que sea fácil y que todo el mundo pueda hacerlo?"

Pero claro, aún sabiendo que es difícil, y que el fracaso forma parte del proceso, la sensación de rechazo es inevitable. Y la sensación de que tal vez nunca más te vuelvan a querer, o de que nunca más una idea interesante salga de tu cabecita, también. Sólo queda esperar pacientemente a que el sentimiento se evapore, y rezar para no encallarse como Guido, el personaje de Nine, viviendo un infierno a la búsqueda de una inspiración que no le llega, que se le escapa.

Siempre presumo de vivir bien. De mi vida cómoda, pero nunca hablo del infierno que está ahí, acechando, a la vuelta de la esquina, o debajo de tus pies. Viviendo siempre con miedo a que el suelo se derrumbe, a que des dos pasos mal dados y las llamas de la mediocridad te devoren para siempre. ¿Exagero? Claro, pero estoy en ese momento. Qué le vamos a hacer.

La experiencia vendrá a rescatarme. Y también la lucidez. O al menos el relativismo. Hoy al menos ya estoy en ese momento de resignación en el que me digo: Vale, estoy atravesando el infierno pero formaba parte del lote. Todos los trabajos tienen su cara y su cruz. Ya volveremos a estar en el lado bueno.

Espero.

7 comentarios:

chavela dijo...

Seguro. No me cabe ninguna duda.

Joaquín dijo...

Ya sabes, nada es eterno, ni los fracasos ni los éxitos. Ánimo nene!!!

Rubén dijo...

Me gustaría saber qué entiendes tú por mediocridad.

Anónimo dijo...

sí, a mi también
podrias escribir sobre eso?

L dijo...

nada dura eternamente, para bien o para mal

Mazinger y yo dijo...

Desconocida L, cuánta razón en que nada dura eternamente, ni siquiera la tristeza. Hay una canción de Jorge Drexler que me encanta que dice así:
Si todo empieza y todo tiene un final hay que pensar que la tristeza también. Se va, se va. Se fue.

Javi González dijo...

Nada sucede por casualidad, quizás sea la ley de causa y efecto ;) De todos modos, ánimo.