jueves, 18 de febrero de 2010

Puntos de vista

De mi etapa en NY aprendí muchas cosas, una de las más tontas y obvias, y digo tonta y obvia porque ya la había visto en mil películas americanas, fue observar en primera persona lo práctico de su enseñanza. Y concretamente lo mucho que les gusta fomentar el debate en clase. Sacan un tema, se hacen dos equipos y a debatir. Lo curioso del asunto es que a uno no siempre le toca debatir en el equipo más afín a su opinión. Los grupos se forman completamente al azar, por lo tanto yo me vi muchas veces obligado a defender, y en inglés, opiniones contrarias a las mías. Es un ejercicio la mar de interesante. Y para un escritor ni te cuento. Ojalá eso se hiciera más aquí. No sólo aprendes a expresarte mejor, a dotarte de armas dialécticas, sino que también se amplía muchísimo tu perspectiva. De repente descubres que no todo el mundo tiene razón, pero sí que todos tienen sólidos argumentos para pensar como piensan. Sí, sé que es una obviedad, ya digo, pero a veces hasta que no ejercitas las obviedades no las acabas de asimilar.
Decía que para un escritor es todavía más interesante porque uno cuando escribe tiene que saber ponerse en la piel de cada uno de sus personajes. Entenderlos y defender de manera apasionada lo que piensan y cómo actúan. Eso es algo que en la buena literatura, en el buen cine y en la buena tele americana se hace de manera modélica, tal vez porque desde pequeñitos a todos los educan en el debate. Nosotros, aquí somos más de unirnos a una determinada corriente ideológica y defenderla a muerte. Es mucho más cómodo, donde va a parar.

Leo con interés y con el corazón encogido, supongo que nos pasará a todos, la noticia del locutor de la BBC que ahogó con una alomohada a su pareja, porque entre los dos habían pactado que cuando el moribundo no soportara más la agonía le ayudaría a morir. En el País hoy viene un artículo muy interesante sobre el tema:
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/suicido/elpepusoc/20100218elpepisoc_1/Tes

El artículo le da voz a todas las opiniones y a todas las asociaciones, las que apoyan el suicidio asistido, las que están en contra, y las mil variantes que existen en la definición y en la práctica sobre ese asunto.

Uno puede tener una opinión determinada sobre el tema. Yo defiendo el derecho a una muerte digna. Pero descubro, o más bien constato, que esas palabras, derecho a una muerte digna, encierran todo un abanico de posibilidades en la práctica que son de dificil traslación jurídica. En el artículo hay algo que me llama la atención y que me hace reflexionar sobre el asunto. Lo transcribo:
...en Reino Unido Care not Killing, se opone tanto a la legalización de la eutanasia como del suicidio asistido "porque cualquier cambio legal puede poner presión en gente vulnerable, ancianos, discapacitados, enfermos, gente con depresión, para acabar con sus vidas para no ser una carga para la familia, la gente que les cuida, incluso la sociedad", explica Saunders. (...) "En muchos de los casos que están en las noticias se trata de gente con gran determinación y creemos que a menudo presionan a sus seres queridos para que les ayuden a matarse. Tiene que haber protección legal también para sus seres queridos. La coerción puede operar en ambos sentidos. Las leyes están para proteger a los inocentes y los vulnerables, no para otorgar libertades a los más determinados".
Y aunque este argumento me parece un poco enrevesado, al menos me hace reflexionar. Recuerdo los debates en casa de Alejandro cuando estaba escribiendo Mar Adentro. Yo entendía y apoyaba la causa de Ramón Sampedro, pero también argumentaba que no querría ser yo ese amigo o familiar que le ayudara a morir. Vamos, que a mí no me lo pidiera. Yo sería incapaz de suministrarle el veneno o de ponerle una almohada encima, por muy a favor que pueda estar del asunto.
Y reflexionando sobre todo esto, de repente se me ocurre un monólogo sobre alguien como ese locutor de la BBC. Alguien que ahora confiesa su crimen y que no se arrepiente de haberlo hecho, pero que en el fondo lo ha confesado porque se siente culpable, (cuidado no estoy diciendo que ese sea su caso, ahora mismo estoy haciendo ficción) porque en realidad hizo lo que hizo presionado por su pareja. Su amor y la determinación del moribundo le llevó a hacerlo, pero él no lo tenía tan claro. Lo confiesa porque necesita pagar su culpa.
Y ahora al escribir esta idea me doy cuenta de que eso es exactamente lo que cuenta el personaje de Lola Dueñas en Mar Adentro. Y curiosamente Alejandro lo hace para defender lo contrario que la asociación Care not killing, es decir que si hubiera una legislación adecuada sobre la eutanasia, los familiares no tendrían que ser los brazos ejecutores y menos con esos métodos terribles y chapuceros, como la administración de veneno o el ahogamiento con una almohada.
Ya véis, al final es una cuestión de puntos de vista.

3 comentarios:

combatientes70 dijo...

el puto insomnio me hace estar despierto a estas horas y encima tú me haces que me ponga a plantearme cosas... es cierto lo de colocarse en el otro lado... yo que soy, en teoría, abortista, y lo he defendido cada vez que alguien en mi familia se embarazaba... cuando escribo un personaje, aunque este sea antiabortista, sin querer dejo de salir algo mío... durante estos ensayos, Veronica, que hace dicho personaje, lo ha detectado... y me ha demostrado mi contradicción... he sido capaz de solucionarlo y su personaje se ha llenad de coherencia... que bueno es este ejercicio para los escritores... que bueno...

Anónimo dijo...

cuanta razón, y aplicándolo a sucesos de la vida más cotidiana como discusiones con amigos hasta temas tan trascendentales como la vida y la muerte...
buena reflexión!

SECIRAN

Anónimo dijo...

Sigo la evolución de tu blog, me encanta como escribes.
Ya ha pasado el pequeño túnel, como tú dices, son cosas del oficio.
Animo, todo lo que sucede ayuda a madurar.
Hay muchas cosas que agradecer. Transcribo una frase que me encanta: la gratitud es la memoria del corazón.
un abrazo grande.