viernes, 25 de junio de 2010

Azafatas

Hace años leí una entrevista a Eros Ramazzotti en la que venía a decir que a él le hubiera gustado triunfar con otro tipo de música y no con sus baladas románticas. Esa confesión me enterneció y le pillé cariño instantáneo al músico. Desde entonces siempre que lo veo en algún video clip me lo imagino encerrado en un éxito que él siempre quiso de otro modo.
Dándole vueltas a varias ideas, le propuse a mi productora crear una historia ficticia en la que la protagonista fuera una azafata del 1,2,3 a mediados de los 80. Me gustaba la idea de crear un personaje de una chica muy atractiva que estuviera viviendo de manera intensa esos años locos en Madrid, que fuera musa de algún artista marginal, que hubiera intentado publicar sin éxito un par de cuentos o novelas cortas, que hubiera probado con la fotografía coloreada, aunque sin el talento de Ouka Lele, y que también hubiera sido protagonista de varios cortos de videocreación. Vamos, una chica con inquietudes artísticas y creativas, pero por aquello de que no llega a fin de mes y de que está como un queso pues se acaba presentando a un casting del 1,2, 3 y Chicho Ibáñez se queda enseguida fascinado por ella y la contrata.
Desde el primer programa ella se hace famosa, y consigue el éxito que le hubiera gustado conseguir por otros medios. De repente está en las listas vips de todas las discotecas y le llegan invitaciones para todos los saraos en los que antes estuvo vedada. Y todo por lucir una minifalda y saber decir con una sonrisa: "7 respuestas acertadas a 25 pesetas cada una..." La vida y sus paradojas. Mientras, se ve enredada en una trama con unas fotos medio porno, que hacen que su trabajo de azafata, ese trabajo que nunca quiso, peligre. Y de repente, ella, tan vanguardista, tan artista marginal, no quiere perderlo y está dispuesta a lo que sea para conservarlo...
A mi jefe la idea no le gustó demasiado, entre otras cosas porque él trabajó mano a mano con Chicho en el 1, 2, 3 y no quería ficcionar algo que él conocía tan bien. Pensaba que sería una traición a Chicho y tal vez no le faltara razón. Yo no podría escribir una película sobre mis amigos sin sentir también que les estoy traicionando un poco.
Eso sí, esa idea sirvió para que mi jefe abriera el cajón de la nostalgia y nos empezara a contar anécdotas increíbles del trabajo con Chicho. Ese hombre sí que tiene una película, sin necesidad de acudir a azafatas con el síndrome de Ramazzotti.
Y una vez más me di cuenta que la realidad le da mil vueltas a la ficción. Sobre todo, y sobre todo últimamente, a mi ficción.
¿Seré yo también Ramazzotti? ¿O azafata inventada del 1,2,3?

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