domingo, 7 de junio de 2009

Ana

Conocí a Ana, la madre de Aldo y Nora, el primer día de la facultad, no sé qué día de octubre de 1990. Llevaba el pelo corto, y las mismas patillas de Lizza Minelli en Cabaret. Era la más moderna y la más guapa de la clase. Morena, delgada y de ojos grandes y expresivos. Yo, que venía de la Galicia profunda, decidí desde ese momento que sería mi amiga. A eso había venido yo a Madrid, a conocer a gente como ella. Coincidimos en el grupo de teatro de la Complutense, y ahí se forjó la amistad. Era la más madrileña, la más urbana, y con el acento más carabanchelero que yo podía imaginar. Alegre hasta el contagio, de carácter contundente, impulsivo y sensato, y con una capacidad para contar y transmitir todo lo que pensaba de la que sólo soy consciente ahora cuando muy de vez en cuando me la encuentro. Y no ha perdido ninguno de sus encantos. A Ana le pasa igual que a todas mis amigas de la universidad, a sus 36 o 37 años, conservan la belleza y la juventud de alguien menor de 30. Y eso que algunas, como ella, ya son madres de uno o dos niños. No sé qué clase de pacto habrán hecho con el diablo.
Todos los personajes femeninos que he escrito en mi vida tienen algo de ella. La he admirado en cada etapa de su vida. De estudiante, libre en el amor, luego en pareja, primero con aquel chico negro, (menciono su raza porque en los 90 Madrid aún no era tan multiétnica como ahora) que había sido soldado profesional, y nos tenía a todos acojonados. Y ya después y hasta ahora con el padre de sus dos hijos. Fue la actriz de nuestros cortos, gogó, fotógrafa, y después la vida le fue llevando, como a muchos de nosotros, a la tele, y ahí sigue trabajando. Compagina trabajo y maternidad, y como tantas mujeres de su edad y en sus circunstancias, saca horas al día donde no hay. Así que ahora está en la etapa superwoman. La veo poco, pero siempre que coincidimos es como si no hubiera pasado el tiempo, ella lo hace todo fácil y natural. De ella, al igual que de Laura y Agustín, o de Marcos y Elena, me nutro a veces para mis historias de padres e hijos que no sé por qué tanto me gustan. Yo soy el primer sorprendido.
La vi ayer por el barrio, de casualidad, con Salud y Raquel. Comimos pizza, bebimos cerveza y acabamos en un bar de moda tomando un café con tartas. Y no hablamos ni una sola vez del pasado, con ellas el presente es más que suficiente.

2 comentarios:

combatientes70 dijo...

Carlos, estoy en una lectura técnica del guión de Paquirri, ella está sentada frente a mí, (va a ser la segunda de dirección)están hablando de atrezzo y decisiones de iluminación y vestuario de una escena. Yo me pierdo en los blogs y llego al tuyo y me encuentro con tu entrada, mientras la miraba durante toda la mañana no dejaba de imaginarme todas esas cosas que tú describes. Para mí siempre será la chica de "soñé que te mataba" o de muchos de vuestros cortos. ¿salía en "la casa de diego"? ana es lo que para mí carolina... aquellas chicas que no habían en nuestros pueblos... y que nos abrieron a una nueva vida. besos desde esta reunión

Anónimo dijo...

Snif...jooooo