Voy a oficilizar este sentimiento que me embarga hoy como el sentimiento Don Draper. Cuando estás buscando nuevas ideas para una nueva serie, novela, o lo que sea, pasas por diversos estados anímicos. A veces das con una pequeña cosa, que en ese momento te parece la caña de España, y te crees Leonardo Di Caprio en la proa del Titanic, o sea, el rey del mundo. Otras veces sin embargo, buscas y buscas y por más que buscas sólo tienes la sensación de picar piedra, y no dar nunca con la veta de oro, ni con la de carbón. Lo peor, con todo, de esos momentos en los que sientes que nada decente se te ocurre, es que se te cruce por la mente un personaje maravilloso creado siempre por otro, claro. Yo hoy me he topado con Don Draper. Ya es mala suerte.
Don Draper, como muchos sabréis, es el protagonista de Mad Men. Un publicista a caballo entre dos mundos, el tradicional de los años 50-60 americanos (un mundo en orden, apacible y próspero pero muy aferrado a los valores tradicionales) y el moderno, una America que empieza a desmoronarse al grito de la libertad. Don Draper está vislumbrando que el poder hegemónico del macho empieza a terminarse, y no quiere perder ninguno de sus derechos pero a la vez empieza a darse cuenta de que el mundo va más rápido que él y que o se adapta o se muere. Es un hombre también con un presente cimentado en un pasado inventado, le arrebató la identidad a un soldado muerto. Y eso, añadido a su carácter elegante y taciturno, le da un no sé qué existencialista, es alguien que aunque lo tiene todo para disfrutar de la vida (éxito, dinero, familia, amantes) siente que nada le interesa demasiado. Es un inadaptado, aunque posea casi todo aquello por los que suspiran muchos de sus compatriotas.
Eso es un personaje. Sí señor. Y ya si encima lo interpreta un actor cojonudo, apaga y vámonos.
Por eso he bautizado este sentimiento mío como el sentimiento Don Draper. No es más que la frustración de que nunca estaré a la altura de eso.
Lo mejor en estos casos es olvidar que existe y tirar para adelante, claro. Qué le vamos a hacer...
jueves, 3 de diciembre de 2009
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1 comentario:
¿Puede ser ese Don Draper fruto de excesivas dosis de soledad y fusilamiento de vagas ideas? ¿o podría responder a la necesidad de el halago a un trabajo bien hecho? e hilando con esto, ¿que sería un trabajo bien hecho? ¿idea que mueve masas o por el contrario que turba a una minoría? sin lugar a dudas, me quedo con la idea de sentirse satisfecho autosuficientemente. No te cuestiono, solo divago. Me gusta como escribes, que suerte haberte encontrado. Un abrazo
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