domingo, 7 de junio de 2009

Seattle

Él no se casó con una mujer se casó con su mundo. Él, que en el instituto se había acostado con las más guapas, en su barrio con las más inaccesibles, en su trabajo con las modelos que todos soñaban, él que vivió mil explosiones fugaces de amor, él, al final, se casó con ella. Con su jardín, con su música, con su familia. Y su vida se llenó de las voces de Miguel Poveda, de Juan Luis Guerra, de Chavela Vargas, de los sabores de la papaya recién exprimida, del maracuyá, del olor a azahar, a musgo húmedo y a plátano frito, de la luz de los domingos por la mañana en esa casa de un Seattle en el que muchas veces llovía pero allí, en ese hogar de madera de abeto y tan pegadito al mar, nunca.
Y cuando los periodistas le preguntaban por qué había abandonado una carrera tan prometedora de fotógrafo de moda, él se limitaba a sonreír, mientras pensaba, ¿cómo no iba a abandonarla si me encontré con la vida?

5 comentarios:

Gumersindo Guedella Álvarez dijo...

m sorprendes,sin más...
G.

Anónimo dijo...

Y en un día tan extraño como este, a mí también me encantaría reencontrarme con mi vida. Será en otra ocasión.

Pero gracias a estas líneas consigo dejar de mirar hacia abajo, para mirar por unos segundos al frente. Gracias. C-29.

Mazinger y yo dijo...

Dia extraño? Qué ha pasao, Josep?

Anthony dijo...

watching too much "grey's anatomy." i miss you.

Anónimo dijo...

Es lo que tiene Seattle.

Muy bonito.