lunes, 9 de febrero de 2009

El hijo con talento (l)

Andrés llegó cansado a casa. Le pesaba el maletín, el traje de 1600 euros y hasta la corbata. Era uno de esos días en los que necesitaba recordar lo ejercicios practicados con la sicóloga, la disciplina de no pensar, de no anticipar, de no dramatizar, para no caer cuesta abajo.

- ¿Sabes que tu hijo es un poeta?

Así le recibió Raquel, su mujer, que, sentada en la mesa de la cocina, miraba una página en internet desde su pequeño portátil blanco, regalo de él las navidades pasadas.

- ¿Un poeta? Cómo que un poeta? ¿Un poeta de los que escriben poesía? Estará enamorado.
- No, ven. Mira.

Ella tenía abierta la página de Youtube y pinchó sobre un vídeo. Era un montaje musical a modo de video clip elaborado con una canción de Damián Rice, triste, evocadora, reconfortante. Y sobre ese fondo musical las imágenes de dos pequeños robots que en realidad eran unos juguetes de cuerda que a su hijo le encantaban. Se movían de manera graciosa, caminaban el uno hacia al otro, como buscándose y cuando se encontraban, al chocar y debido al movimiento que producía el mecanismo de la cuerda, iniciaban una especie de danza que uno podía enseguida asociar al acto de hacer el amor. Porque esos dos robots gracias a la música de Damián Rice, no follaban, hacían el amor. Esas imágenes daban paso a unos cuantos iconos del messenger. Dibujos esquemáticos, infantiles y muy expresivos. Todos bastante tiernos, todos buscándose y encontrándose. El resultado era poético, sin duda. Y con el suficiente sentido del humor para no caer en lo cursi o en lo trascendente.

- ¿Eso lo ha hecho nuestro hijo?
- Sí.
- ¿Nuestro hijo el cenutrio que apenas habla?
- El mismo.
- Así que todas las horas que pasa encerrado en su habitación, colgado de internet no era sólo para ver porno...

Raquel asintió, estaba disfrutando del momento y se sentía tan orgullosa y sorprendida de su hijo como si le hubieran otorgado el premio Nóbel. Era la quinta vez que veía el video, y aún no se habituaba a la idea de que eso hubiera salido del cuerpo, de la cabeza de ese adolescente huraño y malencarado que apenas se comunicaba con ellos a través de monosílabos.

- Es bueno, ¿verdad?- Ella lo preguntó sólo para confirmar su respuesta, para comprobar que no le cegaba la subjetividad del mismo amor de madre que la llevó a creer que el cenicero que había hecho su hijo para ella en la escuela a los 7 años, era el cenicero más maravilloso que jamás alguien había hecho. (Qué tiempos aquellos donde los niños aún hacían ceniceros en la escuela)

- Muy bueno. ¿Te lo ha pasado él?
- ¿Qué dices?. La madre de Ricky. Se ve que su amigo le ayudó con el vídeo y está muy orgulloso de su colaboración.
- ¿Y Dani por qué no nos lo ha enseñado a nosotros?
- No debemos ser tan enrollados como la madre de Ricky.
- ¿Está en casa?
- Arriba, en su cuarto.

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