Hace un par de semanas como muchos sabréis decidí traicionarme y me compré un mac. Después de años de fidelidad al pc, después de despotricar y envidiar a todos los que se pasaban al diseño de mac, yo me dejé de pamplinas y también caí en la tentación. Ahora escribo sintiéndome un personaje de película neoyorkina. Además de las ventajas de escribir en un ordenador con una pantalla que parece un cine, he descubierto otras nuevas. Entre ellas que he recuperado la información que tenía en otros ordenadores y la he pasado a este. Hoy me ha dado por rebuscar entre esos archivos y me he encontrado con varios cuentos que había escrito yo pero que no me acordaba de ellos. Y ha sido una sensación extraña, es como si estuvieran ahí dormidos, esperando que alguien los leyera, para que de repente tuvieran una vida propia y completamente ajena a mí. Me ha costado mucho reconocerme en ellos. De hecho por un momento he dudado si los había escrito yo o no. Desconcertante y muy agradable a la vez.
Voy a mostraros sólo uno. Es un poco más largo que los anteriores que he colgado, así que lo pondré en tres partes para no abrumaros. No tenía título, pero lo acabo de bautizar: El hijo con talento.
lunes, 9 de febrero de 2009
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