Andrés subió a la habitación de su hijo. Área restringida. Así rezaba el cartel que colgaba de la puerta de madera de arce. Golpeó la puerta con sus nudillos y como sólo estaba entornada entró sin esperar la respuesta. Su hijo estaba tumbado sobre la cama, leía un cómic y escuchaba música a través de unos auriculares enormes. Por eso ni vio ni oyó a su padre y se sobresaltó cuando él le tocó la espalda.
- Que susto, macho. ¿Qué quieres?
- Saludarte.
- Ah... hola. ¿Algo más?
Andrés respiró profundamente, haciendo acopio de paciencia para no salir de la habitación y dejar sin respuesta esa pregunta impertinente del hijo. ¿En qué momento todo se había vuelto preguntas impertinentes o respuestas esquivas y mal encaradas? Sí, de acuerdo, la adolescencia... Había que transigir, ser generoso, permitir los desmanes, incluso ignorarlos. ¿Pero hasta cuando? Si en el caso de su hijo esa fase había empezado antes de lo que esperaba, a los 11 años, ¿no sería justo que también acabara antes de tiempo?. Aunque a sus 16 recién cumplidos, la travesía adolescente parecía tener la misma fuerza y estar en el mismo punto inagotable del primer momento.
- No sabía que te gustara Damián Rice. Tu madre me ha enseñado el vídeo.
- Ah...
- Es bueno. Mucho.
- Ya...
- De verdad que es muy bueno.
- Vale, gracias. Quiero acabarme esto antes de cenar si no te importa... -dijo señalando el cómic- Es que es de Ricky y se lo tengo que devolver mañana.
- Claro...- Aunque Andrés se resistía a terminar la conversación así - ¿Tienes más? ¿has hecho más vídeos de esos?
- Alguno.
Alguno... Aquello era como picar piedra. Qué difícil arrancarle algo más que una respuesta justa y milimétrica a las preguntas que le hacía. Pero ya que había empezado no se iba a rendir tan pronto.
- ¿Y... se pueden ver?
- Pfff... papá...
- ¿Papá qué? Te estoy diciendo que me mola lo que has hecho, que me encantaría ver más cosas y a ti sólo se te ocurre quejarte. Ojalá mi padre se hubiera interesado por las cosas que me gustaban y por lo que hacía... Ojalá....
Se calló. Ya la había vuelto a liar. En sólo un momento. Justo lo contrario de lo que había ejercitado con la sicóloga.
- Joder, tío, cómo te pones... Y después mamá dice que por qué no hablo contigo...
- ¿Ah, qué con ella hablas? Primera noticia.
- Están ahí, en la mesa, en un cd que pone Cosas que pasan. Cógelo si quieres.
Andrés se acercó a la mesa y después de rebuscar un rato lo encontró.
- Gracias. Lo veo y te cuento, ¿vale?
- Vale...
Vale, lo que tu quieras, tío, espero impaciente que te cagas tu opinión. Todo eso implicaba el vale despectivo y desinteresado que Dani le había soltado a su padre. O al menos así lo interpretó él, por lo que decidió salir de la habitación sin hacer un solo comentario más. Para no liarla.
lunes, 9 de febrero de 2009
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