viernes, 31 de julio de 2009

Hay días

Hay días como el de ayer:
7:45: Después de dormir a trompicones, me levanto, me ducho, saco al perro. Desayuno a lo grande y me voy a Callao, donde me esperan Mario y tres alumnos más de la autoescuela. Los tres alumnos: Una chica rumana, un chico paquistaní con barba a lo Pakistán, y una española de treinta a la que le sobran si no treinta al menos 10 kilitos. El examen será a las 12 y media pero Mario quiere darnos a todos una última clase. Cortesía de él. Vamos que nos la regala. No es la primera.
11:00.: La chica española y la rumana hablan y hablan mientras yo al volante me olvido de señalar mis cambios de dirección. De repente la chica española le dice al pakistaní, uy, ¿tú no serás de esos que quieren que las mujeres lleven burka?. Ahí se arma la gorda. Menudo follón. Mario intercede para que la cosa no acabe en sangre. Yo mientras sigo sin utilizar los intermitentes. Eso sí, respeto escrupulosamente a los peatones. Ningún muerto. Ni fuera ni dentro del coche.
12:30: Ante un sol de justicia y a treinta y tantos grados esperamos media hora con otras decenas de alumnos nerviosos a que nuestro examinador venga a por nosotros. Estamos en un parking enorme. Podría ser el escenario de una película de terror, de tanta tensión como se masca en el ambiente. Somos casi los últimos en salir. Yo iré en el segundo turno. Soy el último en examinarme. La chica española nos ofrece a todos, incluido al pakistaní, valerianas. No tomamos, sólo toma ella. Será la única en aprobar.
13:20.El pakistaní no dura ni un asalto al volante. Casi se come un camión. Aunque él se pasará luego una hora diciendo que no fue así. Yo estaba allí y sí, casi se lo come.
13:21: Yo no estaba nervioso. Pero al arrancar me doy cuenta de que no he colocado el asiento y que voy encajado. Decido superar mi estupidez y seguir sin que me afecte demasiado el ir empotrado contra el parabrisas. Me mandan estacionar y aparco malamente. Pero aparco. Conduzco malamente, pero conduzco. Eso sí, no señalizo apenas. Suspenso.
14:00: Mario está más disgustado que nosotros. Dan ganas de consolarlo. Tranquilo, Mario, si queda septiembre. No pasa nada, venga, arriba esos ánimos. El pakistaní indignado porque no se comió el camión. El sigue insistiendo en que no. La rumana, la pobre, porque sí se comió un coche cuando estaba aparcando. Y la española intenta disimular su alegría, porque está feo estar de fiesta en un funeral. Así que yo decido no prolongar la agonía y me voy para casa sintiéndome un poco absurdo, pero bastante bien de ánimo. Mi suspenso es merecido aunque muy poco épico, apenas me da para contarlo y hacer unas risas.
15:20: Bajo a Mazinger. He quedado a las 15:30 en Tribunal, me van a recoger en coche para irnos a pasar la tarde a la piscina de los abuelos de Miguel. Es en Villaviciosa, así que recorreré una vez más el trayecto del examen. ¿Por décima vez hoy? Cuando esté de nuevo en el coche tendré la sensación de estar atrapado en el tiempo, y de que me llamo Bill Murray. Compro litros de cerveza, es lo único que me han pedido que lleve a la piscina, además del bañador, claro.
15:35: Estoy esperando a que vengan a por mí, cuando de repente alguien me toca un pezón. Es un hombre de mi edad, borracho. No lo conozco. No huele mal, no va mal vestido. Tiene acento del sur de España, Cádiz o Huelva, tal vez. Me dice: Tienes mucha suerte. ¿Sabes que tienes mucha suerte? Yo pienso en mi examen de conducir y me da ganas de decirle que hombre, suerte, lo que se dice suerte… Pero el hombre insiste. Ahora mira a Mazinger. Y le dice a él que también tiene mucha suerte. Que formamos una bonita estampa y que los dos somos afortunados por tenernos el uno al otro. Me explica que está borracho porque hace cuatro días enterró a alguien. ¿A quién? Pregunto. A su perro, a su sombra. “Me falta mi sombra.” “Llevo cuatro días borracho porque me falta mi sombra. Y no voy a llorar.” Esto me lo dice con lágrimas en los ojos, mientras insiste en la suerte que tengo. Se va, vuelve, repite lo de la suerte, pero ahora con más lágrimas. Me vuelve a tocar el pezón. Lo del pezón no lo acabo de entender. ¿Está intentando ligar conmigo entre lágrimas? ¿De luto? Yo ya le golpeo la mano para que deje mi pezón tranquilo. Y al menos deja de tocármelo, me repite, eso sí, que tenemos suerte Mazinger y yo, que los dos somos muy guapos. Sonrío entre estupefacto y sin saber cómo reaccionar. Cojo las botellas de litro, la correa de Mazinger y tiro de él. Lo despido efusivamente para que se dé por enterado. Cruzo en rojo el semáforo.
16:20: Llegamos a casa de los abuelos de Miguel. Paso una tarde en grande, rodeado de amigos y bañándonos en la piscina. Por primera vez me siento de vacaciones. Mazinger descubre lo que es una piscina. Lo tiramos dos veces al agua. Flipa. Descubrimos que eso de que todos los perros saben nadar es un mito. El mío no. Sergi es el más rápido en socorrerlo. Mazinger tose cual ahogado. Pero a pesar del susto se lo está pasando muy bien. Durante un rato no se acerca a la piscina. Luego se le olvida y vuelve. Aunque no se tira. Eso sí, mojado como está se revuelve por la tierra. Su pelo se llena de unas bolitas con pinchos que me pasaré media noche arrancándole.
21:15: Corro por San Bernardo con la lengua fuera. He quedado con Miguel y dos amigos más para ir a la cena a la que nos invita en el Thai Garden Mario Vaquerizo por su cumpleaños. Llego sin fuelle pero llego.
22:00: Bebo la primera cerveza. Mario está pletórico, rodeado de su gente. Yo apenas conozco a nadie. Saludo a Boris, me señalan a uno que se ha operado para parecerse a Michael Jackson. “Desde su muerte no ha levantado cabeza” Me dicen. Es clavadito a Michael Jackson. Veo a las chicas de Dover, cada vez más delgadas. Somos unas 70 personas, gente de la farándula, travestis, italianos bailarines, señoras de cierta edad, Bimba Bosé y David Delfín, más travestis, ¿o es la misma que se mueve mucho? Qué grupo más variopinto, pero que no puede definir mejor el carácter acogedor y sin prejuicios de Mario y Olvido. Voy al baño, justo en ese momento me llama mi padre para saber si he aprobado o no. Me da ánimos. A la próxima. A mi me entran ganas de contarle que he visto a un doble de Michael Jackson, pero no lo hago.
24:00: Cantamos el cumpleaños feliz. Yo ya llevo un pedo fino. Todos me cuentan las veces que suspendieron el práctico. Hasta los desconocidos me lo cuentan. Qué majos, pienso. Me llaman por teléfono. Es Miguel: Estamos en el Gris. Allá que me voy.
1:00: Pillo un taxi, es un taxista joven. Su segundo día en el taxi. Tengo que indicarle como llegar. Hablamos de mi examen. El aprobó a la cuarta. Yo borracho, pienso, qué majo, seguro que aprobó a la primera y me está consolando, aunque no necesito consuelo, sólo un café doble.
1:30. Risas en el Gris. Hago recuento de mi día. Y del tío que insistió en la suerte que tenía. Ahora me doy cuenta de que no le faltaba razón. Soy un hombre con suerte. Y con los dos pezones intactos.
3:00: Llego a casa. Espero encontrarme a Mazinger durmiendo como un tronco pero no. Está espídico, entonces supongo que es por culpa de las bolitas con pinchos que tiene por todo el pelo. Así que me pongo a quitárselas y me paso una hora tijera en mano trasquilándolo.
10:30: (De esta mañana) Me levanto y noto a Mazinger cambiado. ¿Qué le ha pasado en el pelo? Entonces me acuerdo de cómo llegué a casa…

2 comentarios:

combatientes70 dijo...

PLAS... PLAS ES DECIR PALMAS... Y EL FINAL ES GRANDIOSO... BESOS Y NOS VEMOS ESTA NOCHE

Anónimo dijo...

Es que te leo y me entran unas ganas de salir pa tu casa y abrazarte.....
Guapo y listo y encantador que eres!!!!....

Calvinsita