domingo, 29 de agosto de 2010

Viudas de vivos

Supongo que hay algo peor que ser la viuda de un muerto, ser la viuda de un enterrado con vida. Estos días no puedo dejar de pensar en esos mineros atrapados bajo toneladas de piedra que se comunican con el exterior con apenas un cordón umbilical, por el que también les suministran comida. ¿Cuánto tiempo puede aguantar un ser humano encerrado en un zulo de piedra? ¿Y cómo ese encierro puede afectar a las vidas de los de afuera?
La pesadilla que estarán viviendo esos mineros es dificil de imaginar, pero sin embargo no puedo evitar fantasear sobre la vida de sus familiares, y sobre todo de sus esposas. Y sin querer me vienen argumentos a la cabeza. Imagino que la situación se alarga meses, o años. Y como esas esposas esperan y desesperan, y como a lo largo de los meses alguna empieza a fantasear con enviarle comida envenenada para acabar de una vez con ese estado letárgico, como de hombres en coma, pero que sí pueden hablar y comunicarse. O de mujeres que fielmente acuden a hablar con ellos una vez al día, y a la vez empiezan a hacer su vida sin ellos, tal vez con el hermano de su marido, en el caso de una esposa joven que se casó muy enamorada, pero ya no puede seguir aguantando esa situación. Ella se casó con un vivo, no con un zombie. Y en su cuñado empieza a encontrar algo más que apoyo y un hombro en el que llorar... O de otras que tal vez hicieron una boda medio de conveniencia con un minero mayor, y de repente aparece el hijo joven de este y ella no puede evitar sentirse atraída por él, pero sabe que no, que no puede ser. Y a la vez sabe que acabará cayendo en esa tentación, que es inevitable. Y cómo el pueblo las pone en un altar, las mima, las cuida, pero también las vigila y las juzga, al igual que a esas mujeres de terroristas del IRA, que mientras sus maridos están en prisión ellas tienen el apoyo de la comunidad, pero también mil ojos que las observan. No hay mayor pecado que ser infiel a un marido terrorista en la cárcel, no hay mayor pecado, supongo, que olvidarte de que tu marido está encerrado en una mina. Pero la vida sigue. ¿O no?
Ojalá los mineros salgan pronto. Ojalá nadie tenga que vivir esta película que me estoy montando en mi cabeza.
Adolfo, esta entrada es una respuesta a tu comentario sobre cómo surgen las historias, o de dónde surgen. A veces del periódico, a veces de una herida, a veces de un deseo, a veces de una imagen.

2 comentarios:

Adolfo Esteban dijo...

Tomo nota. Mucha nota.

Anónimo dijo...

Good to see you back!! Pero no sabía que eras tan torpe, con tanta mención a las heridas en tan solo 4 posts! ;)
¡un placer volver a tu lectura!

SECIRAN