Escribo esto desde la euforia de una noche de estreno, con pocas horas de sueño y con una copa de más o de menos, así que no se me tenga muy en cuenta todo lo que sigue.
Lo de ayer en el cine Capitol fue embriagador. Sentir que la gente se ríe con lo que has escrito, que empatiza con los personajes... ay.... Qué sensación impagable. Y oyendo las risas y recibiendo los calurosos aplausos de los amigos y de los desconocidos me dio por pensar, ¿y si este corto lo hubiera hecho a los 25 y no a los 38? Seguro que mi trayectoria profesional hubiera sido otra. Más paupérrima, más miserable, es probable que no tuviera la estupenda casa que tengo, ni hubiera conseguido que alguno de mis guiones fuera visto por cuatro millones de personas, ni llevaría la vida acomodada que llevo y que me encanta. Ni algún crítico me hubiera llamado aquello de profeta del apocalipsis. No tendría todo eso porque el veneno del cine me habría llevado una y otra vez a intentar levantar una película tras otra. Tal vez ese Carlos en ese universo paralelo en donde estrenó Dinero Fácil a los 25, ahora a los 38 tuviera en su haber una o dos películas y decenas de proyectos frustrados. Más canas y más arrugas. Y padecería también eso tan horrible de no llegar a fin de mes. Así que ni se me ocurre lamentar no haber hecho este corto a los 25, pero no puedo evitar fantasear con la idea.
Además si quisiera cambiar el rumbo, ¿acaso es tarde?
El otro día iba en el metro camino al trabajo leyendo la estupenda novela de Un adúltero americano cuando se sentó una señora mayor a mi lado y otra se quedó de pie hablando con ella. Hablaban de sus respectivas edades, la señora que estaba sentada a mi lado dijo que tenía 82 y la otra alabó lo estupenda que estaba. La de 82 se quejó un poco y le enseñó sus varices, como prueba de que tampoco estaba tan católica. "Uy, sí, perdidita tiene la pierna-le dijo la otra- ¿Y no ha pensado en operarse?" A lo que la de 82 replicó: "Sí, pero lo tenía que haber hecho de joven, a los 60, ahora ya... cualquiera se mete en un quirófano"
Ese día fui feliz. Me encantó esa nueva perspectiva de ser joven a los 60. Porque además no podía estar más de acuerdo con la señora.
Así que a mis 38 soy jovencísimo para emprender un camino nuevo. Si quisiera, que no digo yo que quiera, ¿eh?. Pero al menos puedo imaginarlo. Y sobre todo tengo la certeza de que aún puedo hacerme la pregunta: ¿Y yo, qué quiero ser de mayor?
¿Y tú? ¿qué quieres ser tú?
viernes, 29 de octubre de 2010
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3 comentarios:
Me encanta tu reflexión desde una lluviosa Lisboa... siempre debemos ser más mayores... beijos... y de nuevo enhorabuena por esa gran trabajo...
Lo importante es que eres una gran persona con grandes ideas, mientras sigas siendo así, todo lo que hagas será grande. La edad nunca es una barrera, y sino, q que se lo digan a todos los grandes escritores, poetas, directores, científicos, paleontólogos, arquitectos, pintores, escultores, modistas e incluso carpinteros, que alcanzan su mayor logro, su obra maestra, a edades bien tardías, cosiguiendo satisfacer así su propio ego, y regalándonos al mundo una pequeña parte de ellos mismos.
Personalmente, gracias por ser una de esas personas que comparte su genialidad con el resto del mundo. ;)
G.
Me encanta la entrada, la actitud positiva de "nunca es tarde para cambiar".
Ser mayor no significa ser viejo, en la mayoría de los casos significa ser maduro y experimentado. Y nunca es tarde para enseñar algo, pero tampoco para aprender algo nuevo.
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