domingo, 17 de mayo de 2009

Entrevista

Mañana entrevisto a Anne Hathaway. Estoy atacado. La primera vez que la vi fue en esa cosa tonta llamada Princesa por sorpresa. Y ahí ya me impresionó. No sólo por su belleza, había algo camaleónico y también contradictorio, era cercana y era distante. Estaba perfecta en el papel, podía ser la chica de al lado y al final de la película convertirse en una princesa de cuento de un país absurdo tipo Mónaco. Seguí su trayectoria, la segunda parte de Princesa por sorpresa, Brokeback Mountain, El diablo viste de Parda, Passengers, y por supuesto La boda de Rachel. Si quedaba alguna molécula en mí que aún no la adoraba, con esa peli, la devoción fue total y absoluta. Normal que la nominaran al oscar. Qué interpretación, qué fragilidad, qué tortura interior, qué manera de plasmar la profundidad sicológica. ¿Cómo podía lograrlo con esa cara tan limpia, con esos rasgos tan puros y simétricos de portada de revista femenina tan alejados en principio de cualquier asomo de complejidad existencial?

Cuando en el semanal hablaron de la posibilidad de entrevistarla yo no dije nada. Por un lado me moría de ganas pero a la vez temía el cataclismo. Porque no estaba seguro de poder sentarme enfrente de ella y comportarme como un periodista profesional. Temía ponerme a gritar en plan fan histérico. Así que me callé, mejor que la entrevistara otro. Pero claro, yo que no soy nada discreto con mis afectos y gustos había comentado a todo el mundo una y otra vez lo mucho que me gustaba la chica. Sólo me faltó cantar: “Enamorado estoy, dime tú lo que me has dado” Si es que no me había ahorrado ni un solo adjetivo laudatorio. Así que la redactora jefe me endosó a mí la entrevista, con una gran sonrisa y creyendo que me estaba haciendo el mejor regalo de cumpleaños. Tienes tres páginas, me dijo. Y desde ese momento estoy temblando. Hasta dudo de que mañana pueda decir algo coherente en inglés, yo, que soy bilingüe. ¿Qué le voy a preguntar? ¿Qué se le pregunta a un mito? Tengo media hora para hacer una buena entrevista. Los de la distribuidora y sus agentes no nos dan más a cada entrevistador. ¿Cómo la puedo impresionar en media hora? No, no. Sé que eso es enfocar mal mi trabajo. Yo no la tengo que impresionar, tengo que sacar una buena entrevista. Nada más. Amena, interesante, y si puede ser un puntito diferente, genial, pero si no tampoco pasa nada. Lo importante es que sea amena. No tienes que impresionarla, tatúatelo en la frente si es necesario. Y olvídate de enamorarla. En media hora no hay tiempo. Y no estás en Notting Hill. Las estrellas no se enamoran de tenderos, ni de periodistas. Nunca. Sé que esta noche no dormiré. Y mañana iré ojeroso a conocerla. Espero que aún me quede algo en ese corrector de ojeras que le robé a Marta.
Me voy a la cama. Mañana os cuento.

Vuelvo de la entrevista. Efectivamente dormí fatal toda la noche. Y no quedaba corrector de ojeras. Los de la distribuidora me dieron sólo 20 minutos de los 30 prometidos. Me senté enfrente de ella. Estaba atacado. Ella apenas me miró. Le hice la primera pregunta con un temblor de alcohólico que aún no se ha tomado la primera copa. Me contestó casi con monosílabos. Y ahí me di cuenta de una cosa, y fue liberador, esa chica me interesaba cero patatero. Años fantaseando con este momento y de repente esa chica no me decía nada. No me sugería lo más mínimo. Era muy guapa, sí, pero como tantas que había entrevistado. No era especialmente tonta ni desagradable y cumplía con su trabajo, sí, pero no había ni rastro de todo lo que me había enamorado de ella. Sin guión que defender era una más. Otra chica más.
Así que me relajé e hice una entrevista estupenda. Improvisando preguntas sobre la marcha porque en ese momento todas las que llevaba preparadas me parecieron absurdas.

En el trabajo me felicitaron y mi jefa les dijo a todos que en cada pregunta se notaba la adoración que sentía por la chica y que eso había quedado muy bien reflejado en el texto.
No la quise contradecir, pero no podía estar más equivocada.

Llevé la chaqueta de la entrevista a la tintorería porque después de que saliera de estar con la Hathaway tuve un pequeño incidente con un vaso de vino. En la tintorería me dieron la chaqueta y una tarjeta que al parecer estaba en un bolsillo. En la tarjeta había un teléfono escrito a mano y tres palabras:
Call me. Anne.
Vaya.

3 comentarios:

jp3 dijo...

¿¿?? eso es una fantasía, ¿no?. Bueno, si es verdad ofrécele un guión con ella como protagonista absoluta. Ahí sí que demostraría ser esa estrella que enamora, ¿no?. Quién sabe, lo mismo, eres el hombre de su vida. De todas formas, qué envidia, cochina y mala.
Cada día me gusta más hacer una visita a este blog
Un saludo.

Mazinger y yo dijo...

Jeje, sí, claro, es una fantasía. Y delirante, además.
Gracias por seguir visitando el blog! Y qué alegría que te siga gustando

Jesús dijo...

Brrrrravooooo! Bravoooooo!